Hotel Coppelia, la nueva propuesta de José María
Cabral, es su particular visión sobre la participación de algunas mujeres en la
Guerra de Abril, una curiosa perspectiva de abordar un evento histórico que, a
pesar de marcar un antes y un después en nuestra historia, es poco conocido y
estudiado por las nuevas generaciones.
Lo resumo
de manera breve: en septiembre de 1963, el gobierno democrático de Juan Bosch
es derrocado por los sectores de derecha y sustituido por una junta militar.
Dos años después, en abril de 1965, estalla una revolución popular para reponer
a Bosch en el poder. A las varias horas, 42 mil marines norteamericanos invaden
Dominicana y frustran esa intención.
Hotel Coppelia se sirve del marco de la Guerra de
Abril para contarnos la historia de las mujeres que ejercen la prostitución en
el referido “cabaré” (no conozco un solo dominicano que pronuncie la “t” de la
palabra francesa) y que también ven alteradas sus vidas por todo lo que pasa
afuera. En efecto, todo lo que sucede en Dominicana, también sucede, en escala
proporcional, en el Coppelia.
Dominicana
es Coppelia y Coppelia es Dominicana. Y tomando en cuenta que todo el cine que
ha hecho Cabral siempre contiene algún comentario social, la metáfora no es
absurda. Dominicana es todavía el prostíbulo del que se benefician los
conservadores de doble moral, los políticos insaciables, los mercenarios del
dinero ajeno, los poderosos bastardos de la patria. El resto somos las
meretrices de poca monta. Me salí de foco, vuelvo al filme.
La imagen
más poética de Hotel Coppelia es la que abre el filme: Judith (magnífica Lumi
Lizardo, una de nuestras más talentosas actrices) conversa con Yemayá (licencia
poética del guion a favor de elementos cubanos, al igual que el nombre de la
famosa heladería del centro de La Habana) y recoge un caballito de mar,
elemento que servirá como gancho para ser resuelto al final del filme.
Pero también
a lo largo de toda la película se ha logrado una ambientación visual y sonora que
bordean la excelencia, una demostración más de lo que son capaces de hacer
nuestros cineastas, incluso cuando no disponen de los recursos millonarios de
otras cinematografías. Para que quede bien claro: cine con calidad para ser exportado
internacionalmente y la mejor prueba es la magnífica aceptación que ha tenido
su estreno en la plataforma HBO Max y su posterior recomendación en un artículo
de Forbes.
El
triángulo dramático se completa con Gloria (una Nashla Bogaert que demuestra su
madurez y su compromiso con el personaje que encarna) y Tina (una Ruth Emeterio
que tiene la fuerza dramática de la bazuka que porta y le brinda su apellido:
una presencia absolutamente sobresaliente en cada toma en la que aparece). La
primera lee “Rebelión en la granja”, de George Orwell (y, por supuesto, afloran
las obvias comparaciones con el cerdo dictador), la segunda es una analfabeta
que se ha preparado desde su nacimiento para el conflicto contra toda
injusticia.
Es
indudable que las primeras premisas del filme están muy bien sustentadas: hay
mucho amor (expresado incluso a través del sexo), hay mucha guerra (primero
civil, luego patriótica, con explosiones incluidas). Mis reservas se centran en
la redención de algunos de los personajes, con los que sus creadores han sido
muy empáticos en sus posibilidades de convertirse en activos agentes de una
revolución, cuando no existe ninguna etapa previa de preparación o
adoctrinamiento (si fuera el caso), ni una evolución más orgánica, un elemento
de cualquier guion que siempre se presta a la discusión eterna.
Aun así, me
queda muy claro que con Hotel Coppelia, José María Cabral se
consolida como uno de los más interesantes cineastas dominicanos. Un repaso a
su filmografía más reciente no deja dudas: Carpinteros (2017), El proyeccionista (2019) e Isla de plástico (2019), son títulos
que evidencian una madurez que es también fruto de una consumada cinefilia:
Cabral bebe de la fuente de los grandes maestros del cine, una condición
imprescindible para alcanzar nuevas cotas para el cine dominicano.
Hotel Coppelia
(2020). Dirección: José María Cabral; Guion: José María Cabral y Penélope
Adames; Fotografía: Hernán Herrera; Música: Jorge Magaz; Elenco: Lumi Lizardo,
Nashla Bogaert, Ruth Emeterio, Jazz Vilá.
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