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lunes, abril 01, 2024

La melancólica rebeldía de Béla Tarr.



(En estas vacaciones de pascua, era inexpugnable el encuentro con Béla Tarr. Un encuentro que calma un desasosiego por las tantas posposiciones. Debo agradecer la cinéfila solidaridad de Alberto Ramos.  –José)  


“La función del cine no es contar una historia, su función es otra: es acercarse a la gente, entender su vida cotidiana y entender la naturaleza humana, cómo somos realmente y por qué somos como somos.” –Béla Tarr

En los filmes del húngaro Béla Tarr, sopla el viento del fin del mundo. Por eso, cuando uno se enfrenta a su cine debe tejerse una manta de optimismo que lo proteja de tanta desolación, de tanta naturaleza hostil, de tanta gente hundida en su propio existencialismo. Y eso, dice Tarr que son comedias…

Nadie puede negarle a Tarr su absoluta maestría en el plano secuencia, acaso notable influencia de Tarkovski, pero también su fidelidad absoluta a los postulados estéticos de un tipo de cine que solo responde a una necesidad de expresión artística y no se pliega ante estudios de mercadeo.

Menciono a Tarkovsky porque ambos fueron formados bajo los mismos cánones: cero concesiones en sus propuestas con tal de hacerlas más comerciales. Ambos son igualmente estrictos con sus propias reglas, pero tienen sus diferencias: mientras Tarkovsky, profundamente creyente, busca aproximarse a lo divino, Tarr, ateo por convicción, profundiza en el abismo de la existencia humana.  

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