Kundera ha apostado por cruzar los espejos y ganará la apuesta. Es imposible para uno de los grandes novelistas y pensadores de nuestro tiempo abandonarnos a la incertidumbre de Babel. Hoy se hace urgente devorarnos las fronteras y defecar solo palomas.
Milan
Kundera, cuyo fallecimiento anunció la televisión de su país, vivió cerca de
medio siglo en Francia donde encontró la libertad y la tranquilidad.
Asfixiado
por el hermetismo y la censura del régimen comunista de la antigua
Checoslovaquia, Kundera se exilió en Francia en 1975 tras haber sido
represaliado (expulsión del Partido Comunista, pérdida de empleo y retirada de
sus libros) por sus posiciones críticas, sobre todo tras la Primavera de Praga
de 1968.
Primero
residió en la ciudad bretona de Rennes, donde trabajó durante cuatro años como
profesor de literatura comparada en la universidad, antes de pasar a la escuela
Superior de Ciencias Sociales de París.
Recibió
la nacionalidad francesa en 1981, ya con el socialista François Miterrand como
presidente, después de que las autoridades de Praga le quitaran la checoslovaca
en 1979, aunque recuperó la checa en 2019.
En París
también comenzó su colaboración con Andrew Wylie, el agente literario que
trabaja con las obras de muchos de los grandes autores de renombre mundial
vivos o fallecidos (como José Saramago, Salman Rushdie, Arthur Miller o
Kenzaburo Oe) y que le ayudó a llegar a la cima de la literatura internacional.
En
París, Kundera continuó trabajando en su lengua natal y en 1984 publicó su obra
más conocida a nivel mundial: La insoportable levedad del ser, que
lo catapultó al olimpo literario internacional.
Después
del éxito global de ese libro, dedicó varios a años a reescribir al francés sus
primeras novelas en checo, sobre todo La broma.
Esta
obra de 1968 había sido traducida inicialmente por Marcel Aymonin, antiguo
agregado cultural francés en Checoslovaquia y su traducción dejaba mucho que
desear en cuanto a su calidad, además de que había sospechas de que su
militancia comunista había impregnado su trabajo.
Kundera
comenzó a escribir una serie de novelas breves en francés, que comenzó con La
Lentitud (1995) y continuó con La Identidad (1998) o La
Ignorancia (publicada en español en 2000 antes que en francés en 2003)
o La
Fête de l'insignifiance. También escribió en francés seis ensayos,
entre 1986 y 2009.
Las
novelas y cuatro de los ensayos fueron publicados por Gallimard, la gran
editorial francesa que ya había publicado en este país sus trabajos en checo
escritos antes y después de su exilio.
Su
consagración final en Francia llegó en 2011 con la publicación de su obra en la
Biblioteca de la Pléyade, una colección de Gallimard que ofrece ediciones de
referencia tanto por el análisis de expertos como por el lujo de su elaboración
(cuero e hilo de oro).
Kundera
fue uno de los pocos autores vivos en ver publicada su obra por La Pléyade,
aunque según recuerda Le Monde el autor solo validó para ese evento editorial
once novelas, una obra de teatro y cuatro ensayos.
En 2001
obtuvo el Gran Premio de Literatura de la Academia Francesa por el conjunto de
su obra.
La
prensa francesa recuerda que Kundera, muy celoso de su intimidad, no concedía
entrevistas personales desde 1985, aunque sí respondía a cuestionarios por
escrito.
“Milan
Kundera había elegido Francia para nunca dejar de ser libre", señaló en
Twitter la ministra francesa de Cultura, Rima Abdul Malak, quien recordó que el
autor ayudaba a sus lectores "a encontrar un camino en el absurdo del
mundo”.
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