Dominicana tiene “áreas protegidas” que cuentan con muy poca o ninguna protección. Nuestros parques nacionales, ayer y hoy, son explotados con fines agrícolas y ganaderos por los mismos de siempre, gatos para los cuales, parece, no se ha fabricado ningún cascabel.
Tumba y quema es el valioso documental de José
María Cabral que pone al descubierto la triste realidad de nuestras áreas
protegidas, que pone el dedo sobre la llaga: estamos siendo muy irresponsables
con el cuidado a nuestro medioambiente y eso siempre sale muy caro.
Por
comisión u omisión, todos somos responsables de lo que sigue pasando. Somos un
país de indolentes frente a la madre naturaleza y, de alguna manera, todos
pagaremos una factura que no hemos consumido, que ha enriquecido a unos cuantos
caciques, de esos que aportan sumas millonarias a las campañas de todos los candidatos.
Tumba y quema es preciso en señalar que mantener
por décadas la siembra de aguacates en la Sierra de Bahoruco o sembrar de
limoneros todo lo que era el Parque Manolo Tavárez Justo (nombre emblemático,
donde los haya) no es obra de pobres campesinos. Detrás de ellos, se ocultan
apellidos muy poderosos que poco les importa el daño, casi irreparable, que le
hacemos a nuestros parques nacionales con esa insostenible transacción: unos
cuantos frutos por toda el agua.
Cabral y su
equipo visitan distintos
parques nacionales, para ver la práctica del “tumba y quema” que se utiliza para aclarar los
bosques y luego usarlos para agricultura y ganadería, haciendo que la deforestación
sea un peligro que amenaza con hacer desaparecer nuestras áreas protegidas.
Los nombres pueden variar: Los Haitises, Valle
Nuevo (¡ay, cómo duelen tus 41.78 kms² de quemaduras!), Sierra de Bahoruco,
José del Carmen Ramírez, Lago Enriquillo. El problema es el mismo: somos
indolentes ante la voraz y salvaje ambición de unos cuantos en perjuicio de
todos. Y los que buscan llegar cada cuatro años hacen (im)posibles promesas de
espejitos que nunca están dispuestos a cumplir. Y, al final del cuento, nos
quedamos sin agua, ni espejitos.
Pero, como ya se ha dicho anteriormente, no hay
tiempo para ser pesimistas. Por suerte, varios quijotes caribeños mantienen en
alto las banderas, vivas las consignas, encendidas las ganas de seguir vivos en
esta maravillosa cuna de biodiversidad que, contra todo pronóstico, sigue
siendo Dominicana.
Y que conste en acta: esto no se trata se unos
contra otros. Se trata de agua. Y sin agua, no estaremos para contarlo ni los
unos, ni los otros, todos seremos derrotados por la avaricia, borrados del
mapa, como los textos de futuros distópicos. Así de simple, así de complicado:
sin agua no hay vida. Punto.
En este punto, Tumba y quema, al igual
que Isla de plástico, brinda una que otra alternativa para detener esta actitud
de suicidas. Anotación puntual: para todas las soluciones hay que tomar en
cuenta a la gente, desde aquellos que venden por limosnas su mano de obra en
las lomas, hasta los ostentan nuestra representación en los estamentos de
poder. Como siempre, la educación, unida al sentido de lo correcto, es
fundamental para lograr buenos resultados. Pero es posible una armoniosa
convivencia con nuestros bosques sin ser tan invasivos, sin ser tan
destructores. Es posible variar algunos de nuestros hábitos de consumo y
consumir solo aquello que aporta, desde siembra hasta que se sirve sobre la
mesa.
Para el final dejo lo mejor: José María Cabral
ha decidido colgar Tumba y quema en YouTube, de manera gratuita, para que pueda
ser apreciado y discutido por todos. En YouTube sólo tienes qus buscar “Tumba y
quema documental”. Es otra forma de hacer Patria.
Tumba y quema (2023). Dirección y guion: José
María Cabral; Fotografía: Hernán Herrera; Edición: Nacho Ruiz; Música: Jorge
Magaz; Sonido: Franklin Hernández; Investigación: Alberto Cubillas.
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