Una de las acrobacias más difíciles de lograr en el mundo del cine es el llamado “plano secuencia”, es decir, una toma en que la cámara no deja de filmar y que se constituye en sí mismo en una unidad sintáctica en el discurso cinematográfico. Por la perfecta coreografía que exige de todo el equipo (actores, director de fotografía, director de arte, etc) hacer un buen plano secuencia es un logro muy difícil de conseguir para cualquier director. Basta con que, al minuto 7 (por ejemplo), un actor se pierda en sus líneas o un técnico olvide ajustar el lente, o un vecino entre por accidente y lo arruine todo. Es empezar desde cero.
El reto
adquiere matices verdaderamente dramáticos cuando en vez de un plano secuencia
insertado en un filme con su edición típica (siempre se cita al plano secuencia
de Goodfellas
(1990, Martin Scorsese) como el mejor del Cine), en un plano secuencia que se
extiende todo el filme, es decir, un filme de una sola toma.
Muchos lo
han hecho e incluso, han sobrevivido al intento. Dos filmes nos vienen a la
memoria como parte de los mejores: El arca rusa (2002, Alexander Sokurov),
trescientos años de historia rusa condensados en 87 minutos, y Time
Code (2000, Mike Figgis), locura que además sumó al desafío que eran
cuatro historias simultáneas y que los personajes pasaban de un cuadro a otro
en la pantalla. O un clásico contemporáneo como Birdman (2014, Alejandro
G. Iñárritu), que simula un plano
secuencia.
La larga introducción
sirve para presentarles El castigo, la nueva película del
chileno Matías Bize que está rodada en un único plano secuencia. Bize cautivó a
medio mundo con su segunda película, En la cama (2005, Espiga de Oro en
Valladolid), en la que asumió el reto dramático de no sacar a sus personajes de
la cama durante los 85 minutos del filme.
De hecho,
su ópera prima, Sábado (2003, Premio Rainer Werner Fassbinder en Mannheim),
está rodada en un único plano secuencia, por lo que podemos afirmar que El
castigo es una vuelta a sus orígenes como cineasta y sus preocupaciones
estéticas.
La premisa
de El
castigo es insuperable: la pareja de Ana y Mateo decide castigar a su
hijo abandonándolo un par de minutos en el bosque pero, cuando regresan por él,
Lucas ha desaparecido.
Para sacar
mayor provecho a la situación, Bize cuenta con colaboradores de lujo: la
inmensa Antonia Zegers y el no menos eficiente Néstor Cantillana. Ellos
cargarán con todo el peso dramático del filme durante los intensos 80 minutos
de proyección, en los que deben construir un arco dramático creíble y orgánico
para sus personajes, siempre partiendo de una coreografía en la que el timing entre ambos, debe ser perfecto.
Bize añade la presencia de Catalina Saavedra (¿la recuerdan en La
nana (2009, Sebastián Silva) y el bosque pasa a ser, más que un
escenario, otro personaje que juega un papel esencial en la trama: añade fisicalidad: en unas horas todo estará
muy oscuro y muy frío, y las probabilidades de que Lucas aparezca vivo se
reducirán al mínimo.
A lo largo
de ese crescendo dramático, Ana y Mateo nos mostrarán el lado oscuro de su
corazón, las heridas que laceran sus almas, todas las lesiones que les han
provocado sus renuncias, todo el odio que se acumula en años de matrimonio
frente a una cámara que lo filma todo, que no oculta nada y que nos cautiva en
su parsimonioso ballet.
Bize estuvo
presentando El castigo en el Festival de Cine Global de Santo Domingo. Allí
confesó que logró sentirse satisfecho con la séptima toma de la película, la
misma que se presenta en todo el mundo. Ese hecho habla de la madurez que ha
alcanzado como cineasta que nunca teme enfrentarse a los retos de hacer Buen
Cine.
El castigo
(2022). Dirección: Matías Bize; Guion: Matías Bize y Coral María Cruz;
Fotografía: Gabriel Díaz; Edición: Luis Barros; Música: Gustavo Pomeranec;
Elenco: Antonia Zegers, Néstor Cantillana, Catalina Saavedra.
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