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martes, septiembre 14, 2021

Michel Franco: “No hay otra región que tenga la potencia del cine iberoamericano”


Una de cada cuatro películas que compiten por el León de Oro en Venecia son hispanas, un dato que uno de sus aspirantes, el mexicano Michel Franco, cree que revela el buen momento del cine latino: “No hay otra región (del mundo) que tenga la potencia del cine iberoamericano”, sostiene antes del estreno de su pelِícula, Sundown.

El realizador compitió con esa obra y también como productor de La caja, de su amigo el venezolano Lorenzo Vigas, en una Mostra en la que también estuvieron el chileno Pablo Larraín, los argentinos Gastón Duprat y Marcelo Cohn y el español Pedro Almodóvar, quien le ganó un premio a Penélope Cruz.

Una prueba, en su opinión, de que el cine hispanoamericano o latino “está en su mejor momento por mucho”.

El suyo es un regreso después de hacerse el año pasado con el León de Plata por la impactante Nuevo Orden, aunque ahora lo hace con una apuesta más introspectiva pero llena también de suspense.

Sundown es el ocaso de una rica familia británica, encabezada por Neil (Tim Roth) y Alice (Charlotte Gainsbourg), que veranea en un Acapulco hasta que una tragedia inesperada interrumpe el asueto y divide a la familia, desvelando tensiones del todo inesperadas.

En el largometraje Roth, con quien ha vuelto a trabajar después de contar con él en la exitosa Chronic (2015), es una especie de "extranjero" nihilista en un mundo inhóspito y violento, por el que deambula sin plantearse los riesgos que entraña.

Franco (Ciudad de México, 1979) pensó en este proyecto en medio de una crisis personal y la redacción del guion le llevó solo dos semanas, casi redimiendo su angustia: “Al entrar en ciertos temas encuentras algún tipo de satisfacción para poder seguir adelante”.

Es una más de las numerosas historias que, asegura, rondan por su cabeza desde hace tiempo porque tiene “suficientes películas para los próximos no sé cuántos años”, afirma sentado en la azotea del hotel veneciano.

Sus historias nacen siempre de su puño letra pues cree que el artista debe redactar sus obras contra la moda de las súperproducciones: “No concibo el cine no escrito por el propio director”, apunta.

“Todos los directores que me interesan son autores. Claro que dirigiría algo que no he escrito siempre y cuando llegue por alguna lógica y me interese, pero es difícil porque normalmente viene de mis obsesiones, de mis miedos, de mis gustos. Tengo suficientes películas en mi cabeza para no buscar en otro lado”, promete.

Porque el arte, en resumidas cuentas, está también para eso, para lidiar con ciertas inquietudes o anhelos.

Lo que no contempla es ponerse a las órdenes de las grandes casas productoras para rodar las historias de súperhéroes tan de moda en estos tiempos: “Nunca digas nunca porque la vida puede dar giros, pero no me interesan lo más mínimo, no es cine”, zanja, dejando escapar una carcajada que suena a declaración de principios.

Sus maneras acostumbran a sorprender, a tirar al espectador de la chaqueta, por una decisión propia.

“No soporto ver una película en la que no hay giros, en la que se usa una fórmula que te dicten los primeros diez minutos quién es el bueno, quién es malo y qué es lo que va a pasar y te asegura que el final es satisfactorio. Odio ese cine”, responde tajante.

Es el estilo artístico que más le seduce y pone dos ejemplos claros: Viridiana (1961) de Luis Buñuel o Parásitos (2019), de Bong Joon-ho.

El director de Después de Lucía (2012) dice que su inspiración es la calle, bajar al barro, y niega vivir lejos de la realidad como le reprochan en su país, alegando que sus rodajes son muchas veces en áreas marginales como demuestra, por ejemplo, A los ojos (2013).

Pero no solo nutre su imaginario en el día a día. En los últimos tiempos la literatura ocupa gran parte de su tiempo, como compete a todo buen guionista.

“Trato de leer mucho porque de joven desgraciadamente leí muy poco. Entonces ahora trato de recuperar el tiempo y la inspiración viene más de la literatura que del cine”, revela. Entre sus libros de referencia están los de Philip Roth, Saul Bellow o Fiódor Dostoyevski pero especialmente Juan Rulfo: “Sus libros son un milagro”, concluye.

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