Memoricen el título porque no lo repito
hasta el final de esta nota. Cada vez que se menciona, la gente reacciona con
un “¿cómo?”. Así de atónitos nos deja el Maestro Andersson con su más reciente
filme, con el que concluye una trilogía dedicada a “reflexionar sobre Ser un
ser humano”, según la declaratoria que se inserta al inicio de la película.
Roy Andersson es, sin ningún tipo de dudas,
un Maestro del Cine contemporáneo, citado entre los grandes como: Michael
Haneke, Lars von Trier y Terrence Malick (con quien comparte la escasa pero
significativa obra), por sólo mencionar tres. Y entre los Maestros suecos,
después del inconmensurable Ingmar Bergman, muchos colocan el nombre de
Andersson. Su trilogía comenzó con Canciones
desde el segundo piso (2000), siguió con La comedia de la vida (2007) y ahora concluye con el filme que
nos ocupa, ganador del León de Oro en el Festival de Venecia.
En su cine, Andersson renuncia a las reglas
tradicionales de narración, es decir, ni planteamientos, ni nudos dramáticos,
ni desenlaces y acude a un humor que se fundamenta en el absurdo que viven sus
personajes, para el caso dos infelices vendedores de novedades del “mundo del
entretenimiento”: un juego de colmillos de vampiros “extralarge”, una caja de
risas y la máscara del “Tío-un-diente”.
Un estilo que el propio director ha
denominado “trivialismo”, y que se caracteriza por una cámara inmóvil que rueda
en plano-secuencia las situaciones, sin ningún uso de trucos, ni explosiones
hollywoodenses, ni ruidos innecesarios.
Unos planos,
encuadres perfectos y fotografía inspirados en la pintura de Pieter Brueghel,
en los que Andersson usa “luz sin piedad” para que cualquier espectador aguzado
pueda verlo todo, la vida misma, lo absurdo del mundo en que vivimos en que,
por ejemplo, disponemos de mejores smartphones,
pero estamos peor comunicados.
Permítanme
citar a mi novelista preferido, el checo Milan Kundera, en el introito de La insoportable levedad del ser: “La
idea del eterno retorno es misteriosa y con ella Nietzsche dejó perplejos a los
demás filósofos: ¡pensar que alguna vez haya de repetirse todo tal como lo
hemos vivido ya, y que incluso esa repetición haya de repetirse hasta el
infinito!” Esta cita nos sirve para ilustrar cómo Andersson hace crítica social
desde la repetición como absurdo del mundo moderno: todos los que hablan por
teléfonos repiten sin variar “Me alegra saber que todo está bien” pero nadie
pone auténtico empeño en que la frase realmente signifique algo.
Más crítica
social: la Historia irrumpe en nuestra película en la persona del mismísimo
Carlos XII (el último rey guerrero sueco) en su camino a enfrentar al zar Pedro
I, de donde salió con la derrota que puso fin al reino de Suecia en Europa.
Todo al compás del mismo himno de guerra que, como ya demostró Eliseo Subiela
en El lado oscuro del corazón,
son todos cantos de alabanza a la Muerte.
Al mejor estilo surrealista, Andersson
introduce un sueño horrible al que su personaje central se rehúsa a referirse
pero que, por eso mismo, nos deja impactados ante la seriedad de la acusación:
los seres humanos acudimos a la Historia como un espectáculo del que, copita en
mano, no aprendemos absolutamente nada. Por eso no nos cansamos de repetir los
mismos errores, ay Nietzsche.
En
realidad, la paloma a la que se refiere el título descubrió que no tenía
dinero. Los humanos, para no cometer el mismo error, hemos perdido el sentido y
el significado de nuestra existencia y nos hemos dedicados a repetir la
estupidez como método para conseguir oro. Una crítica demoledora que nos
permite, por la singular forma en que lo expone, reírnos de nosotros mismos.
Como se
sabe, La paloma se posó en una rama a
reflexionar sobre la existencia es la postulada por Suecia al Oscar a
la Mejor Película Extranjera. No nos sorprendería para nada que la Academia de
Hollywood, al igual que nosotros, pierda la cabeza por este maravilloso filme.
Una paloma se posó en una rama a
reflexionar sobre la existencia (2014). Dirección y guión: Roy Andersson; Fotografía:
István Borbás; Música: Hani Hazzar; Elenco: Holger Andersson, Nils Westblom.