Las listas, de cualquier tipo, siempre resultan ser un
divertimento para quien las hace. Aunque pretendan hacer justicia (para eso
están los superhéroes) y ser objetivas (para eso están los árbitros de béisbol),
ya sabemos cuál es la virtud y el defecto de todas: no están todas las que son,
ni son todas las que están.
Con ese ánimo festivo, me atrevo a proponer estas 10
películas, como las imprescindibles latinoamericanas en lo que va del siglo
XXI, en su orden de estreno.
Antes de que hagan sus reclamos (serán bienvenidos)
aclarar el criterio de la escogencia: que hayan sido hechas después del 2000
(obvio), que de alguna manera aporten a la “estética” de lo latinoamericano
(con su consustancial cuota de denuncia social) y que sirvan como auténtico
referente de lo que somos para otras culturas del mundo.
1.
Amores
perros (2000, Alejandro G. Iñárritu). La formidable ópera prima de
Alejandro G. Iñárritu no dejaba dudas: estábamos ante un nuevo realizador que
daría de qué hablar. Un sólido guión con estructura coral (firmado junto a
Guillermo Arriaga), sumado a una fuerza visual impresionante y un actor
absoluto: Gael García Bernal. El Premio de la Crítica en Cannes fue apenas el
inicio. La frase: “Si quieres hacer reir a Dios, cuéntale tus planes.”
2.
Ciudad
de Dios (2002, Fernando Meirelles y Katia Lund). Brasil es mucho color,
mucho calor, mucha samba y unas garotas para morir de vértigo. Pero es también
el mundo de las favelas, retratadas con sabor neorrealista y mucha violencia
por Meirelles, con un excelente guión no lineal y una edición impresionante. La
revista Empire la eligió entre
las 5 mejores del mundo. La frase:
“Lucha y nunca sobrevivirás. Corre y nunca escaparás.”
3.
Diarios
de motocicleta (2004, Walter Salles): La admiración que despierta la
figura de Che Guevara (incluso en aquellos que no profesan su ideología
política) es aprovechada al máximo por el carisma de García Bernal. Pero cada
paso junto a estos viajeros, es un nuevo despertar ante la triste realidad de
los pobres de Latinoamérica y sus esperanzas. Un rodaje de 14,000 kilómetros,
desde Argentina, a través de Chile, Perú y Colombia, hasta Venezuela, enlazados
por una magnífica (y oscarizada) canción de Jorge Drexler.
4.
La
mujer sin cabeza (2008, Lucrecia Martel). Latinoamérica es mucho más
que ese cine “costumbrista” de realizadores sin mucho talento y con muchas
ganas de hacerse millonarios. Martel es parte de ese grupo de realizadores
capaces de tejer un misterio sobre la percepción que tenemos del mundo que nos
rodea y todo lo que pasa a nuestro alrededor. Un propuesta visual que nos
involucra en extremo, llena de sutilezas, plagada de tensiones inimaginables
para una mujer que es también todas las mujeres, y sus negaciones, y sus renuncias.
5.
La teta
asustada (2009, Claudia Llosa). Pocas películas hablan de la violencia
contra la mujer de forma tan efectiva como lo hace esta película peruana sobre
el miedo (fruto de las tantas violaciones) que las madres transmiten a sus
hijos a través de la leche materna. El Oso de Oro en Berlín ratifica esa
valoración para esta denuncia grave, sutil, incomparable.
6.
NO
(2012, Pablo Larraín). La dictadura chilena es la pena de toda Latinoamérica,
no sólo por cercenar de raíz el sueño socialista de Allende, sino también por
la crueldad exhibida por Pinochet y sus gorilas. Que la primavera fuera
re-instalada en un sutil pero efectivo juego de comerciales habla de las
bondades de quienes nunca renunciaron al sueño. Que Larraín logre una re-construcción
tan fideligna, con los protagonistas originales incluídos y cámaras de la época
para sumar verosimilitud, es una labor de amor cinematográfico que rompe las
cadenas del olvido.
7.
La
jaula de oro (2013, Diego Quemada-Díez). Al tren que cruza desde
Centroamérica, todo México hasta llegar a la frontera con Estados Unidos, la
gente le llama, muy apropiadamente La
Bestia: son muchos los cuerpos, las almas, los sueños que engulle cada
día. El filme logra colocarnos en los zapatos de quienes sobreviven a la pesadilla de
los bandidos, oficiales y civiles, a las violaciones, a los asesinatos por
azar. Para llegar indocumentados a una tierra que no redime nada, que es otro
espejismo más alimentado por tantos años de malicias gubernamentales.
8.
Heli
(2013, Amat Escalante). A veces, la realidad debe golpearnos con toda su fuerza
para sacarnos de la zona de confort desde la que miramos al lado oscuro de
nuestras sociedades. Este es apenas uno de los méritos de esta virtuosa cinta
de Escalante, merecidamente premiado como director en Cannes.
9.
Relatos salvajes (2014, Damián Szifrón). Cuando la calidad de una propuesta
hace coincidir a la crítica con el público que desborda las salas, estamos ante
uno de esos raros fenómenos que sólo la magia del arte puede lograr. Millones
de felices espectadores y decenas de premios logrados en festivales de primera,
desde San Sebastián, pasando por Sao Paulo y Londres, hasta La Habana. La
frase: “Todos podemos perder el control”.
10.
Dólares de arena (2014, Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas). Latinoamérica
es el gran mercado para comprar toda la ternura que los dólares puedan pagar,
eso lo sabemos casi todos. Pero todavía no habíamos visto esa dura y cruel
verdad, a través de la poética mirada de sus directores y una actriz absoluta:
Geraldine Chaplin.
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