Los Estados Unidos de América tienen una mancha en su
historia imposible de borrar de la conciencia colectiva de esa nación: la
esclavitud a que fueron sometidos miles de africanos (hoy reproducida en otros
nacionales) que deja sus huellas hasta el presente en la discriminación y la
xenofobia que todavía se observa.
Curiosamente, aunque esa parte de su historia es tan
importante para entender la sociedad norteamericana de hoy, no ha tenido muchos
títulos que la recreen con la emotividad dramática que ha logrado el británico
Steve McQueen en 12 años de esclavitud.
El gran reto de McQueen era mostrar sin excesos pero con
precisión, algunas de las terribles experiencias vividas por Solomon Northup,
secuestrado en New York y vendido como esclavo, experiencias narradas en su
libro 12 years a slave. A partir del libro, John Ridley ha hecho una adaptación
que le ha valido el Premio Oscar al mejor guión.
El gran logro de McQueen es que 12 años de esclavitud nos
duele como lección de historia que nos lacera el alma ante tanta ignorancia e
injusticia.
Nos duele tanta crueldad exhibida por los señores del sur
esclavista, quienes trataban a sus siervos peor que a sus bestias, sin ningún
tipo de consideración, ni siquiera con el fruto de sus apetitos sexuales.
Nos duele cada latigazo a Patsey (Oscar para la debutante
Lupita Nyong’o) porque las llagas en su espalda son la más evidente de las
señales del futuro poco promisorio y sin esperanzas que les agobia, que les
quiebra la fuerza de voluntad.
Nos duele incluso la fe usada como instrumento de
sumisión, esos sermones ideológicos para justificar lo injustificable, con tan
sólo espacio para cantar un blues en cualquier entierro.
McQueen ha logrado un notable desempeño de su elenco de
ensueño: Chiwetel Ejiofor, Brad Pitt, Paul Dano, Paul Giamatti, Benedict Cumberbatch y su
actor-fetiche Michael Fassbender, quien ha protagonizado los filmes anteriores
del director: Hunger (2008) y Shame (2011).
El Oscar como Mejor Película para 12 años de esclavitud funciona entonces como formidable mea culpa de la Academia de Hollywood para la mancha histórica,
pero también para Steve McQueen, uno de los directores más estimulantes del
cine contemporáneo. Anoten el dato: este es el primer filme dirigido por un negro que gana el Oscar como Mejor Película.
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