“Un cineasta nunca se retira. Los que son como yo no podemos jubilarnos porque lo hacemos únicamente cuando nos vamos a la triste fosa”, manifestó Jaime de Armiñán cuando le comunicaron que era el Goya de Honor 2014. Este singular dramaturgo, novelista, realizador, guionista y articulista madrileño falleció anoche a los 97 años de edad en su casa de Madrid, sin haber perdido las ganas de seguir contando historias. Y él contó muchísimas, porque empezó con cuentos infantiles y entró en el cine gracias a José María Forqué, tras haber pasado por la novela y el guion –firmó 650 libretos, algunos muy breves porque eran para televisión–.
Lo llevaba en los genes. Sus antepasados eran periodistas, escritores y
actrices, y él, desde chaval, se relacionó con autores, poetas y toreros.
Contaba que salía para el colegio, pero se marchaba al cine –”me encantaban las
películas de baile. Estaba locamente enamorado de Gingers Rogers y de Carole Lombard, las rubias del cine”–, y siempre decía que la
persona que más le había influido fue su profesora de literatura y una de las
fundadoras del Colegio Estudio, Carmen
García del Diestro, “que fue quien me enseñó a escribir de verdad”,
aseguraba este cineasta que trabajó con los más grandes y que se llevó muy bien
con los cómicos.
Paco Rabal, a quien transformó en Una gloria nacional y en el
conocido Juncal,
personaje con el que hizo historia en la pequeña pantalla; Fernando Fernán-Gómez, “mi hermano
mayor”, al que puso el traje de un alto oficial que debe volver a la escuela
con sus colegas en Mi general; Adolfo Marsillach, José Luis López Vázquez, que dio vida
a una señora de provincias en Mi querida
señorita, José Bódalo, Julia, Irene y Emilio Gutiérrez Caba, Fernando Rey, Héctor Alterio, que mantenía una
relación amorosa con una adolescente Ana Torrent en El
nido; Ana Belén, Concha Velasco, Carmen Maura, Amparo Baró, Victoria Abril, Marisol –con la que se estrenó
como director con Carola de día, Carola
de noche– y Ángela Molina –con
la que filmó su última película 14,
Fabian Road–, son algunos de los muchos intérpretes que pasaron por las
manos de este creador que fue luz y taquígrafo de la evolución de España a
través de las treinta películas que respaldó como director o como guionista.
Gran conocedor del circo –escribió Biografía del circo, obra maestra en su género
para muchos críticos– y devoto de las mujeres –con la pieza teatral Eva sin manzana obtuvo
uno de sus primeros premios, el Calderón de la Barca en 1953–, este veterano
profesional burló la censura tanto en el cine como en la televisión –estuvo
detrás de numerosas producciones de éxito como Historia de la frivolidad e Historia de la censura–.
Casado con Elena Santonja,
pionera de los programas de cocina en la pequeña pantalla, la trayectoria del
guionista de Secreto de Mónica, La becerrada, Las gemelas,
El juego de la verdad, Un tiro por la espalda, Tengo 17 años, Yo he visto la
muerte, La muerte viaja demasiado y de las dos películas en las que
intervino Isabel Pantoja,
y del director de La Lola dicen que no vive sola, Un casto varón
español, El amor del capitán Brando, Jo, papá, Nunca es tarde, Al servicio de
la mujer española, En septiembre, Stico, La hora bruja, Al otro lado del túnel
y El palomo cojo, contiene apuestas valientes que siguen
suscitando interés.
Siempre audaz, Armiñán aspiró al Oscar con Mi querida señorita, el drama que escribió
con José Luis Borau sobre
la mujer que descubre ser un hombre. “No teníamos posibilidad de ganar porque
estaba Luis Buñuel con El discreto encanto de la burguesía. El
año anterior le habían hecho un feo con Viridiana e hicieron un acto de contrición. Sabíamos
que iba a ser para Buñuel. José Luis López Vázquez impresionó a George Cukor, que le ofreció un papel
en Viajes con mi tía”,
recordaba el cineasta.
El nido fue la segunda opción al
eunuco dorado. “Teníamos como rivales a Truffaut y Kurosawa, así que pensé que
no nos lo iban a dar. Había dos bandos muy divididos y, al final, el premio fue
para un filme soviético muy malo, lo que me enfadó muchísimo”, reconocía este
realizador que destacó por ser extemporáneo a su tiempo y a su cine.
El
presidente de la Academia, Fernando
Méndez-Leite, ha definido el fallecimiento de Armiñán como «una
tristísima noticia para los aficionados al cine, al teatro y a la literatura,
porque Jaime era un hombre multidisciplinar. Era una persona llena de vida y
desde muy pronto se convirtió en una figura relevante en el panorama cultural.
Fue el rey de la televisión, cuando Televisión Española solo tenía una cadena y
Jaime escribía prácticamente todo. Cultivó una perfección en el trazo de
personajes y guiones que caracterizó su obra. El cine de Jaime es un cine de
autor al cien por cien. Ha sido un profesional muy importante para el cine
español, además de ser uno de nuestros hermanos mayores, que nos acogió a la
generación siguiente y nos introdujo en la profesión con generosidad, poniendo
a nuestra disposición su magnífica biblioteca».
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