La migración ilegal ha sido tema de numerosas películas desde hace unos años. Hay una película latinoamericana que sobresale, La jaula de oro, de Diego Quemada-Diez, que narra el viaje de unos adolescentes guatemaltecos por todo México, hasta cruzar la frontera con Estados Unidos. Conocemos cientos de historias de la vuelta de México, incluyendo algunas de dominicanos.
En el caso
de Europa, una de las rutas más frecuentes de viajeros indocumentados es la que
parte de algún punto de Libia, cruzando el Mediterráneo, hasta llegar a las
costas de Italia. Una ruta que, según las cifras oficiales, ha cobrado miles de
vidas en este siglo.
Yo, capitán, nuevo filme del italiano Matteo
Garrone, narra la odisea de Seydou y Moussa, dos adolescentes de Senegal que
sueñan con llegar a Italia y tener una carrera musical acorde con su
extraordinario talento: son capaces de tomar un reproche y hacer con él una contagiosa
canción.
Seydou y
Moussa oyen cantos de sirenas que les llaman a Europa y parten desde Dakar para
enfrentar bandidos del camino, las autoridades que se benefician con su tránsito,
el océano de arena del Sahara y la mafia libia que los secuestra y los vende
como esclavos. Si sobreviven a eso, les espera una vida sin derechos de ningún
tipo en Trípoli y las esperanzas de atravesar el océano de agua del
Mediterráneo para llegar a la tierra de sus sueños, una promesa que no suscribe
ninguna divinidad, ni nadie en la tierra. En otras palabras, están abandonados
a su propia suerte.
Garrone
gana de inmediato la empatía del público gracias al desempeño de Seydou
Sarr (galardonado con el Premio Marcello Mastroianni al mejor
nuevo actor por interpretar a Seydou) y Moustapha Fall (como
Moussa) actores no profesionales que exudan una naturalidad que no se compra en
academia, ni responde a métodos de actuación. Son nuestros protagonistas y
nuestros corazones comprenden sus deseos.
Yo, capitán es, sin duda, un drama sobre una
horrible realidad que, por ratos, nos envuelve con su atmósfera pesimista.
Garrone, de forma brillante, utiliza elementos reales maravillosos para
abstraernos un rato de la tragedia de miles de emigrantes en todo el mundo y,
de alguna manera, infundirles a los protagonistas la fuerza que les falta para
salir airosos de su viaje. El desierto, como sabemos, produce alucinaciones de
todo tipo. Europa, para muchos africanos, es la alucinación de una vida mejor.
Con Yo,
capitán Garrone le pone rostros a una epidemia que se cobra miles de
vidas en todo el planeta, pero que tratamos como simples cifras, como
estadísticas de titulares de prensa, que terminan diluyéndose entre los otros
titulares de la rutina. Lo cierto es que detrás de cada muerto de sed en el
Sahara o cada ahogado en el Mediterráneo: hay una tragedia que sacude un padre,
una madre, unos hermanos, unos hijos.
Yo, capitán se estrenó en la Mostra de Venecia, donde fue galardonada con el León
de Plata al Mejor Director y luego, en San Sebastián, recibió el Premio del
Público a la Mejor Película Europea. Está nominada al Oscar como Mejor Película
Internacional y, en cualquier otra ocasión en que no estuviera Zona de interés, tuviera serias posibilidades de ganar. Pero no es necesario
el premio de la Academia de Hollywood para apreciar una de las mejores
películas del año.
Yo,
capitán (2023). Dirección: Matteo
Garrone. Guion: Matteo Garrone, Massimo Cecherini,
Massimo Gaudioso, Andrea Tagliaferri; Fotografía: Paolo
Carnera; Edición: Marco Spoletini; Música
Andrea Farri; Elenco: Seydou Sarr, Moustapha Fall, Issaka
Sawadogo.
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