Laura Amelia Guzmán es una de nuestras mejores cineastas. Bastaría repasar su brillante filmografía: Jean Gentil (2010), Dólares de arena (2014) y La fiera y la fiesta (2019), entre otras, para cerciorarnos de su talento. Siempre ha codirigido junto a Israel Cárdenas, su compañero de vida, y ahora nos presenta sus credenciales como solista con La hembrita. En realidad, Cárdenas está más cerca que nunca: es coguionista, director de fotografía, editor y vaya usted a enterarse cuántas cosas más, si lee los créditos finales del filme.
Si
reflexionamos sobre el cine que ha hecho Guzmán vamos caer en cuenta que casi
siempre tratan de mundos en conflicto: en Jean Gentil el protagonista es un
profesor haitiano que no encuentra su lugar en ningún lado de La Hispaniola, en
Dólares
de arena, explotadores y explotados son las caras de una misma moneda
de decepción, en La fiera y la fiesta, un cineasta enfrenta el universo que
conspira en su contra. Es decir, de alguna manera, el meollo de sus propuestas
cinematográficas son mundos (y sus satélites) enfrentados a conflictos propios
y ajenos.
La hembrita no es la excepción: Dominique es
una señora de clase alta que controla su mundo (su casa) de manera absoluta.
Omnipresente, ella está en todas partes y nada se mueve sin su conocimiento y
permiso. Ella no lo sabe, pero padece del “síndrome del nido vacío”: esa
ansiedad y tristeza que se siente porque Alfonso, uno de sus hijos, se marcha con
su esposa embarazada al exterior porque “es mejor si nace allá”; mientras el
otro hijo emigró de su dulce látigo hace tiempo y ahora se aleja aún más. En
las videollamadas, ese hijo que no volverá muestra natural empatía con Carmen,
la nana negra y pobre que le dio cariño en su infancia. Precisamente, la
llegada de la nieta de Carmen, pone el mundo de Dominique patas arriba.
Cecilia
García es una de nuestras artistas más completas. Cantante, actriz, presentadora,
humorista y un largo etcétera. Lo mejor: siempre con un nivel que marca la
excelencia. En La hembrita no solo tiene el protagónico absoluto, sino que
construye un personaje muy complejo que amamos y odiamos a partes iguales y de
manera simultánea, algo que, como sospechan, es bien difícil de lograr.
La formidable
premisa del filme evoluciona cuando Carmen desaparece sin dejar rastro y
Dominique entabla una dulce y extraña relación con la niña de 7 años, a la que
llama Daniela o Clarisse, dependiendo del humor que le permite el irritante sonido
de los martillos de los obreros que construyen una torre en el frente. El padre
de la niña le llama Yanet, pero eso poco importa. Dominique es quien tiene
dinero para complacer sus antojos de ángel.
Pero hay
algo más que no intuimos del todo e inquieta a Dominique. Indudablemente, su
marido (y ella también) están implicados en un importante caso de corrupción
que suena a toda hora en la radio de su yipeta de alta gama. Un eco de noticias
que suma angustia a su burbuja de privilegios.
De esa
manera, La hembrita nos permite diseccionar la sociedad dominicana
contemporánea en sus mundos en conflicto: los pocos que lo tienen todo y los
muchos que no tienen nada. Los primeros se han robado lo que es de todos, los
segundos que cobran alguna comisión para no quedarse sin nada. El país, como
colectivo, perdona, olvida y se hace cómplice de esta triste realidad.
La epifanía
no puede ser más aleccionadora: Dominicana es como una hembrita de 7 años, a la
que es posible conquistar con un sabroso helado o una ropita de tienda de lujo,
como si eso fuera suficiente para conjurar tantos años de injusticias y
discriminación, de saqueos y oprobios.
La hembrita
(2023). Dirección: Laura Amelia Guzmán; Guion: Laura Amelia Guzmán e Israel
Cárdenas; Fotografía y edición: Israel Cárdenas; Elenco: Cecilia García, Aleska
Vásquez, Xiomara Fortuna, Cuquín Victoria.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario