Hace unos años, seis para ser exactos, David Maler debutó como director de largometrajes con Reinbou. Desde ese entonces, se advertía que, además de su talento como actor, Maler posee sobradas condiciones como guionista y realizador. Lo digo de entrada para que quede asentado: Cuarencena es la mejor película que ha hecho David Maler.
Desde la
premisa: un chef a la deriva que convoca a seis de sus amigos a una cena,
desafiando las estrictas restricciones que impuso la pandemia de covid 19
(parece tan lejano ese tiempo), Cuarencena nos convoca como un
invitado más a la mesa y sirve un manjar que, a cinco tiempos, se hace
completamente disfrutable, especialmente para los que pedimos que se exploren
nuevas vetas en el cine dominicano. Y sabemos que nuestros paladares
experimentarán un éxtasis prolongado por las buenas manos de Mateo, el chef,
pero algo huele mal, y no es la comida.
Un punto
luminoso de Cuarencena: con los diálogos que se precisan, nos va descubriendo
los secretos que ocultan los personajes y el lado oscuro de sus relaciones
interpersonales. Y son 7 personajes que se la pasan conversando y, en momentos
claves, hablan con el lenguaje de sus cuerpos. A eso contribuye muchísimo la
magnífica edición de Israel Cárdenas y Pablo Chea, así como la excelente
fotografía de Luis Enrique Carrión, aspectos técnicos que son fundamentales
para lograr ese apetecible filme que es Cuarencena.
El filme
mezcla actores veteranos (Como Nashla Bogaert y Frank Perozo) con jóvenes
actores (como Elizabeth Chahin), pero Luis José Germán logra brillar con luz
propia y eso es mucho cuando se trata de un filme coral. Está concebido como el
personaje que hilvana todas las acciones del filme y logra construir un chef
con vocación autodestructiva, absolutamente creíble.
Como en
toda buena cena, cinco tiempos marcan el desarrollo de la trama en los que cada
personaje tiene su arco dramático (algunos completos, otros en desarrollo) y en
los que cada uno asume un protagonismo temporal. De alguna manera, todos bailan
y se entregan a la coreografía que viene dada por el humor negro que Maler ha
vertido en su guion, un humor absolutamente irreverente, un humor que no pide
permiso para burlarse de todo y de todos. Un guion concebido con una libertad
que solo conocen los músicos de jazz.
Jazz, mucho
jazz como aderezo.
Con
honrosas excepciones, la musicalización de los filmes dominicanos ha sido
desacertada. Ojo: no digo que se trate de mala música o de que no tenemos
músicos capacitados, lo que afirmo es que no es correctamente seleccionada para
contrapuntear, cuando es necesario, lo que vemos en las imágenes proyectadas.
En muchos casos, la música es un triste lamento que molesta al espectador por
lo poco que añade en términos dramáticos.
No es el
caso de Cuarencena, que se apoya en varias piezas clásicas del jazz,
interpretadas magistralmente por John Benitez y su cuarteto, que acentúan muy
correctamente los momentos de humor (o de tensión) que vivimos a durante esta
cena en cuarentena que pareciera durar una eternidad (la cena y la cuarentena).
Lo cierto es que escuchar un jazz
standard y que se ajuste perfectamente a los propósitos del filme, nos
revela que hay muchos maridajes de música e imágenes en movimiento que nos
faltan por saborear, por explorar dentro de las posibilidades del cine
dominicano.
Al final,
todo es cuestión de gustos y paladares. Si su paladar se lo permite, Cuarencena
es una buena opción para probar algo distinto, para deleitar a los sentidos con
los nuevos sabores de nuestro cine.
Cuarencena
(2023). Dirección y guion: David Maler; Fotografía: Luis Enrique Carrión; Edición:
Israel Cárdenas y Pablo Chea; Música: John Benitez Quartet; Elenco: Luis José
Germán, Nashla Bogaert, Frank Perozo, Elizabeth Chahin, Soraya Pina, Isabel
Spencer, Joshua Wagner.
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