As Bestas es como los lugareños llaman a los caballos salvajes que habitan en el altiplano gallego. Son unas bestias portentosas, imponentes, casi indomables. En la impresionante escena de apertura, vemos a los lugareños luchar frente a frente contra las bestias, cuerpo a cuerpo, hasta lograr inmovilizarlas.
Esa zona de
Galicia es inclemente para quienes la habitan y ha terminado por moldear el
carácter de quienes enfrentan condiciones climáticas tan adversas, la “gente
del monte”. “Gente del monte” para lo bueno (se necesitan unos a otros para
sobrevivir), pero también para lo malo (no se admiten disidencias). Por supuesto,
esa naturaleza se convierte en un personaje más dentro de la puesta en escena.
Antoine y
Olga son una pareja francesa que ha renunciado al confort de la ciudad para
instalarse en la zona y recomenzar una nueva vida, cosechando hortalizas,
criando algún ganado y asumiendo un estilo de vida rústica que le provee paz,
mucha paz.
El conflicto
se presenta cuando una compañía de energía eólica quiere comprar los terrenos
de la zona para instalar sus molinos de viento. Deben vender todos o no habrá
negocio y la gente del monte está cansada de trabajar a cambio de muy poco.
Con estos
elementos, Rodrigo Sorogoyen construye en As Bestas un intenso drama que no da
tregua al espectador, una sobrecogedora puesta en escena que nos deja sin
aliento, una densidad narrativa completamente absorbente. A la lamentable xenofobia
(que algunos perciben como natural),
suma el choque de culturas (de lenguajes y actitudes), el enfrentamiento por lo
que es más justo para toda la comunidad, frente a los intereses individuales. Muchas
de las discusiones, vaso de vino de por medio, se dan en gallego y francés.
Como siempre, el problema no es el idioma: es que todos hablan, pero nadie escucha.
La aparición
de los modernos molinos de viento no es casual: en As Bestas hay un Quijote
que lucha contra la adversidad del clima y el acoso de quienes no comulgan con
su idea tan simple como sorprendente: es posible vivir feliz en un lugar en
donde faltan tantas cosas.
Esta
lectura remite a la estructura clásica del western (la “vaquerada”) en que un
hombre (y su pareja) enfrentan a todo y a todos, a veces exponiendo el pellejo,
a cambio de marcar su propio territorio y reclamar el derecho de hacer valer su
verdad. Porque de eso se trata: no hay buenos ni malos: todos, de alguna manera
tienen razón y lo importante es no alterar la posibilidad de llevarse bien con
el vecino.
Sorogoyen
utiliza los elementos de contraste de que dispone para incrementar la tensión
entre protagonistas: franceses educados versus campesinos gallegos, franceses
que desde tiempos inmemoriales han intentado conquistarlos, que usan
regularmente los avances tecnológicos (internet, cámaras digitales) y que traen
su optimismo de nuevo cuño frente a la desesperanza ancestral de los del monte.
Y lo que logra es absolutamente impresionante.
As Bestas consiguió en San Sebastián uno de los
galardones más deseados por los productores: el Premio del Público y en Tokyo los
premios a mejor película, mejor director y mejor actor (Ménochet). Ostenta 17
nominaciones al Goya, 7 preselecciones a los Premios Platino y hace unos días
se alzó con 3 Premios Feroz: mejor película, mejor actor de reparto (Zahera) y
mejor música y 2 Premios Forqué: mejor película y mejor actor (Ménochet).
De hecho,
al momento de escribir esta nota As Bestas ya sobrepasa los $4
millones de euros en recaudación en España y aunque no me gusta usar esta forma
de razonar: tanta gente no puede estar equivocada. Regálese uno de los mejores
filmes españoles de los últimos años.
As Bastas
(2022). Dirección: Rodrigo Sorogoyen; Guion: Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen;
Fotografía: Álex de Pablo; Edición: Alberto del Campo; Música: Olivier Arson;
Elenco: Marina Fois, Denis Ménochet, Luis Zahera.
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