Desde
entonces, los hombres (y algunas mujeres) de varias generaciones hemos mojado
las sábanas por esa rubia de curvas de vértigo, que nos susurra “Papi” en
nuestros sueños más húmedos y se entrega sin reservas a nuestras fantasías más
salvajes.
El primer
problema con Blonde es que es la biopic ficcionada de Norma Jeane Mortenson
y no de Marilyn Monroe. Por supuesto, todos preferimos las alfombras rojas, los
escotes generosos en vestidos de ensueño, los flashes de las cámaras que
atrapan sonrisas de comerciales, las premieres con champaña, mucha champaña.
Pero Blonde
nos presenta más a la mujer de carne y hueso, de madre esquizofrénica y padre
desconocido, de niñez traumática, de amores imposibles (no con Charles Chaplin
Jr, eso es ficción), de violaciones consumadas, no la de “Míster Z” (en obvia
referencia a Darryl Zanuck, jefe de la 20th Century Fox, un acosador con muchas
historias, ninguna asociada a Monroe). Blonde es el inventario de miserias de
una mujer insegura, llena de sombras, de tristezas, de afectos no
correspondidos, que se sabía a la deriva emocional, mientras los estudios la
promovían en vallas gigantescas como referente de felicidad. Horrible mentira
del mercadeo cinematográfico que nos impide ver a las “Estrellas” como personas
con problemas, como seres humanos que consiguen fama y dinero y luego quieren
comprar una vida real, íntima, alejada de los paparazzi.
(Hago un
necesario paréntesis: el novelista, cuando concibe su obra, no tiene ningún
compromiso con la verdad histórica. Es un creador de universos, no un
historiador. Todo debe responder al propósito de su estructura dramática y
tiene todo el derecho del mundo para tomarse las “licencias creativas” que
considere necesarias. Fin de la discusión.).
Blonde está basada en la novela de Joyce
Carol Oates y eso es muy importante para discernir sobre los excesos que comete
Andrew Dominik al escribir y dirigir la versión fílmica sobre la base de un
equilibrio muy precario: la propuesta dramática que pierde intensidad cuando se
basa en artificios literarios y se hace efectiva cuando recrea las portadas más
famosas, así como el rodaje de algunos de los clásicos de Monroe: desde Los
caballeros las prefieren rubias (1953, Howard Hawks) hasta Con
faldas y a los loco (1959, Billy Wilder), pasando por la icónica escena
de La
tentación vive arriba (1955, Billy Wilder), la gota que derramó la
paciencia de su marido de entonces, Joe DiMaggio, y tuvo como consecuencia una
golpiza tristemente célebre. La masculinidad del pelotero estrella no soportó
que el mundo entero disfrute de verle los panties, inmaculadamente blancos, a
su mujer.
En Adaptación
(2002, Spike Jonze), el guionista Robert McKee hace un desafío a sus
desconcertados alumnos: “No se atrevan a usar la voz en off”. Dominik no tomó
nota y su propuesta languidece cuando introduce la voiceover del padre ausente y del bebé nonato (licencias literarias
que hay que atribuir a la novelista): por supuesto, incomoda al espectador.
Misión cumplida. El problema es que esos momentos atentan contra su propuesta
dramática. Ese decisivo momento en que un bostezo tiene el poder de una bomba
atómica.
Como cumple
con todas las reglas de un solo vehicle,
a Blonde
la salva el trabajo de la actriz cubano-española Ana de Armas: excepcional. Por
ratos, logra que la actriz se difumine con el backstage y aparezca el
personaje, sea Norma Jeane, sea Marilyn. Claro que hay una colaboración
extraordinaria de los departamentos de maquillaje y peluquería (esperen sus
nominaciones), pero es indudable que es mucho lo que apuesta De Armas en la
construcción de la ilusión de encontrarnos frente a la “Rubia Bomba”. Extraño
paralelismo: al igual que a Norma Jeane, algunos detractores no están
preparados para darle el crédito que merece sumergirse en semejante personaje y
echan mano al expediente de “su acento”. Inútil intento de socavar los méritos
de una actuación que exige una entrega total, abandonarse a las fragilidades
personaje por parte de la actriz.
Frente a
esos rebuznos, una imagen: Norma Jeane frente al espejo, hundida en su total
oscuridad, mientras poco a poco, a base de ansiolíticos, alcohol y capas de
maquillaje, nace de nuevo Marilyn Monroe y su espléndida sonrisa, y su carisma
arrebatador. Un personaje para conquistar a todo el mundo y varios premios.
Con esa
imagen me quedo, con esa mujer deseada y esquiva que sabemos es una quimera
inalcanzable y, de alguna manera, nos deja un amargo sabor de desencanto en la
boca. Nada que unas cervecitas no puedan remediar.
Blonde (2022).
Dirección y guion: Andrew Dominik, basado en la novela de Joyce Carol Oates; Fotografía:
Chayse Irvin; Edición: Adam Robinson; Música; Nick Cave y Warren Ellis; Elenco:
Ana de Armas, Adrien Brody, Bobby Cannavale.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario