Carajita es uno de los filmes dominicanos que más expectativas ha creado previo a su estreno en los cines. La razón es simple: Carajita tuvo su estreno en el Festival de San Sebastián, uno de los pocos festivales clase A del mundo, donde consiguió una mención de honor en la categoría de Nuevos directores. Luego, en el Festival de Fine Arts, consiguió el premio a la Mejor Película, una racha ganadora que ha continuado con premios similares en los festivales de Miami y Guadalajara.
Lo digo de entrada para que quede claro: Carajita paga con creces todas las expectativas y entra por méritos propios dentro de las 5 mejores películas dominicanas en la historia de nuestra joven industria.
El azar es caprichoso.
Para que un
filme sea representativo de una nación debe abrazar algunos de los elementos
que conforman la identidad de quienes quiere representar. Carajita desde su título
alude a un americanismo que forma parte de nuestro léxico y abre con una
reflexión sobre el azar que forma parte del ADN del dominicano: “El azar es
caprichoso”, una especie de axioma existencial que nos marca de manera inexpugnable
para cada cosa que pensamos, intentamos o hacemos.
Yarisa,
personaje central a quien su familia llama Santa (para evitar cualquier tipo de
embrujo), vive a merced de sus presentimientos:
recibe avisos de que algo va a pasar y esa certeza le crea un desasosiego que
no puede explicar.
Yarisa ha
creado un vínculo muy especial con Sara, la adolescente de la familia De Moya, a
la que ella sirve con sumisión de esclava moderna. Esta es una familia disfuncional
cuya riqueza tiene su origen en la corrupción, típica de los políticos
criollos, una riqueza que despilfarran en excesos con los que buscan definirse.
Sara encuentra en Yarisa el amor que no le brinda su madre biológica y, entre ellas, cualquier abrazo, cualquier palabra, cualquier caricia, destila una cálida complicidad. Un lazo que verá cuestionada su fortaleza, porque es caprichoso el azar.
Realidad versus Metarealidad.
Triste
realidad: unos todo lo tienen y otros no tienen nada. ¿Es la misma realidad o
son dos realidades distintas? Para los primeros, la realidad se define en cosas
concretas o en cosas que pueden comprarse con dinero, como la lealtad de otros del
mismo círculo. Es gente que siempre se sale con las suyas porque tiene el
dinero para financiar sus posibilidades.
Para los
segundos, la realidad está poblada de sueños de superación y otras
supersticiones, que conforman un mundo en donde lo mágico envía permanentes señales,
de evidencias más allá de lo racional. Para ellos, cualquier suceso altera el
orden del cosmos y desencadena el látigo de la ira de los dioses.
Las Terrenas,
lugar paradisíaco de Dominicana, emerge como escenario perfecto para este
conflicto de clases. La naturaleza presta su magia compositiva para acabar
de una buena vez con el mito del jardín divino. En realidad, las diferencias
sociales están presentes, todo lo demás es ilusión de ternura y nos deja
pidiéndole respuestas al mar.
Para unos,
el alcohol y otras sustancias funcionan como elixir para atravesar los espejos
sin inmutarse: el efecto del país de las maravillas. Para los otros, la soledad
de un rincón con una bachata de fondo. Para unos, un complejo de culpa que se
diluye en cualquier juego de infancia. Para los otros, la conformidad.
En la parte
formal, Carajita emerge como unos de los guiones más sólidos de nuestro
cine y hace uso de una de las pocas verdades absolutas de cualquier narrativa:
menos siempre es más. Con pocas palabras, se presentan los perfiles sicológicos
de los personajes y se contextualizan los hechos sin la necesidad (o la
necedad) de mostrarlo todo.
En efecto,
es más lo que se esconde que lo que vemos y, en más de una ocasión, el filme
lleva al espectador a regocijarse con la posibilidad de jugar a los géneros. No
se hagan ilusiones: es un drama, puro y duro como nuestra realidad.
Hay que
destacar la excelente fotografía y edición, elementos que contribuyen de manera
notable a los tempos del filme, así
como la actuación de Magnolia Núñez (también premiada en Guadalajara) y Cecile
van Welie: dos presencias asombrosas sobre las cuales descansa el conflicto
central del filme.
Carajita es una de las mejores buenas nuevas
para el cine dominicano de los últimos años.
Carajita
(2021). Dirección: Silvina Schnicer y Ulises Porra; Guion: Ulla Prida, Silvina
Schnicer y Ulises Porra; Fotografía: Iván Gierasinchuk y Sergio Armstrong;
Edición: Delfina Castagnino y Ulises Porra; Música: Andrés Rodríguez; Sonido:
Franklin Hernández; Elenco: Magnolia Núñez, Cecile van Welie, Richard Douglas,
Adelanny Padilla.
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