El
alemán Frederick Nietzsche, considerado uno de los filósofos esenciales del siglo
XIX, sentenció: “El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto
obligado a inventar la risa”. Esta afirmación existencial establece que el
humor es, en el fondo, un tipo de catarsis o contraveneno espiritual que
hace más soportable la existencia.
El Diccionario
Filosófico (1965), de P.F. Rosenthal, define “lo cómico”: categoría de la
estética que expresa la disconformidad (total o parcial), históricamente
condicionada, de un fenómeno social dado, de la actividad y conducta de las
personas, de su mentalidad y costumbres, respecto al curso objetivo de las
cosas y al ideal estético de las fuerzas sociales progresivas.
La comicidad puede manifestarse de distintas maneras: en la falta de
correspondencia entre lo nuevo y lo viejo, entre el contenido y la forma, entre
el fin y los medios, entre la acción y las circunstancias, entre la esencia
real de una persona y la opinión que ella tenga de sí misma. Los sucesos y
figuras cómicos provocan risa, sentimiento de reprobación, etc. La comicidad,
por su origen, por su esencia y por su función estética, posee carácter social.
La larga introducción
me sirve para presentarles a Jacques Tati, uno de los grandes cineastas del
humor mundial, injustamente menospreciado por muchos y desconocido por quienes
se decantan por las opciones más fáciles, por las menos exigentes, por la
vulgaridad simplona.
Monsieur
Hulot es un personaje nacido a partir de su extraordinaria capacidad de
observación del mundo y sus “avances” y con un perfil muy particular:
impermeable, pipa, paraguas y sombrero, además de su despistada forma de
caminar. En esencia, es un mimo que se instaló en el cine sonoro como en casa.
A partir de
su éxito, el señor Hulot se inscribe por derecho propio en la pequeña familia
de los grandes personajes del cine mudo: el Charlot de Chaplin, el Pamplinas de
Keaton, el Chico de las gafas de Lloyd.
Tres filmes
fundamentales nos permiten conocer a Monsieur Hulot:
Las vacaciones de
Monsieur Hulot
(1953), Premio de la Crítica en Cannes.
Los
altoparlantes de la estación de abordaje anuncian con un parloteo
incomprensible la llegada del tren (obvio antecedente al idioma Minion) y Tati
juega al equívoco de las direcciones del tren: cuando los pasajeros hacen fila
para abordar en una orilla, el tren aparece por la otra, en una gimnasia que
podría repetirse hasta el infinito.
Las vacaciones del título son en un hotel costero y sobresale en Tati la observación de los pequeños detalles y su acentuación para lograr carcajadas: por ejemplo, un perro gran danés que duerme la siesta en medio de la calle e impide transitar a los automóviles. Otro ejemplo, a la entrada del restaurant, el chef parte un trozo de carne acorde con la contextura física de cada comensal que desfila por la puerta.
Mi tío (1958), Premio Especial del Jurado
en Cannes y Oscar a la Mejor Película Extranjera, es una necesaria reflexión
sobre los procesos de automatización de hogares y fábricas, así como de sus
habitantes cotidianos: las familias, los obreros y los empresarios.
Es notable
el ingenio de Tati para imaginar cocinas del futuro donde todo se reduce a
tocar los interruptores que encienden o apagan complicados equipos, como
estufas dignas de módulos lunares (hoy en día forman parte de cualquier cocina
modular). En el hogar, puertas y ventanas se accionan a voluntad de sus
ocupantes. Lo humorístico se hace visible cuando “pierden el control”, a costa
de los ricos que pueden darse semejantes lujos.
En la fábrica, todo es juego, situación a la que se presta perfectamente cualquier cadena de producción: varios obreros transportan una manguera que parece interminable, el operador de turno se distrae y las maquinarias desatendidas se “rebelan” y producen artículos muy distintos para las que fueron diseñadas, echando por tierra la eficiencia de esos centros de trabajo.
Tati fue un
auténtico maestro del “caos controlado”, una coreografía grupal en clave de
humor que obliga al espectador a bailar con sus personajes favoritos entre la
multitud. La clave es que todos tienen su propia narrativa y coreografía, unido
a la aventura de compartir un mismo espacio (por ejemplo, una sala de fiestas),
que multiplica las posibilidades de equívocos y extravíos, fuente esencial de
su humor.
En Play
Time (1967), Premio de Plata en el Festival de Moscú, arriesga todo su
dinero…y quiebra. Rodada en 70 mm, a un costo de 17 millones de francos, hizo un
edificio de cristal donde construyó todos los ambientes que necesitaba, y parte
del entorno del edificio también.
En esta
comedia, Tati se permite el uso de la cámara estática con un gran plano general
y prácticamente ningún primer plano, para permitirle al espectador escoger la
historia con la que quiere divertirse.
Y, por
supuesto, sus constantes: la burla a los sistemas automatizados cada día menos
comprensibles, el sonido inextricable de los parlantes de aeropuertos, escobas
eléctricas que presagian aspiradoras, ascensores que nos encierran como
trampas, etc.
Con el plano general de una empresa, por ejemplo, nos permite ver todos los cubículos en que trabajan sus burócratas. Perfectamente alineados, estos cubículos a asemejan a archivos verticales (y sirven para tales fines) en los que el elemento humano se reduce a gritos inextricables.
En
definitiva, Jacques Tati creó a Monsieur Hulot, un personaje fundamental para
el Cine y sentó las bases prácticas para, desde su humor, reflexionar
profundamente sobre la condición humana de nuestros días.
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