Las listas, de cualquier tipo, siempre
resultan ser un divertimento para quien las hace. Aunque pretendan hacer
justicia (para eso están los superhéroes) y ser objetivas (para eso están los árbitros
de béisbol), ya sabemos cuál es la virtud y el defecto de todas: no están todas
las que son, ni son todas las que están.
Con ese ánimo festivo, me atrevo a proponer
estas 10 películas, como las imprescindibles latinoamericanas en lo que va del
siglo XXI, presentadas en su estricto orden de estreno.
Antes de que hagan sus reclamos (serán
bienvenidos) aclarar el criterio de la escogencia: que hayan sido hechas
después del 2000 (obvio), que de alguna manera aporten a la “estética” de lo
latinoamericano (con su consustancial cuota de denuncia social) y que sirvan
como auténtico referente de lo que somos para otras culturas del mundo.
Esta es la lista:
1.
Amores perros (2000, Alejandro G.
Iñárritu). La formidable ópera prima de Alejandro G. Iñárritu no dejaba dudas:
estábamos ante un nuevo realizador que daría de qué hablar. Un sólido guion con
estructura coral (firmado junto a Guillermo Arriaga), sumado a una fuerza
visual impresionante y un actor absoluto: Gael García Bernal. El Premio de la
Crítica en Cannes fue apenas el inicio. La frase: “Si quieres hacer reir a
Dios, cuéntale tus planes.”
2.
Ciudad de Dios (2002, Fernando Meirelles y
Katia Lund). Brasil es mucho color, mucho calor, mucha samba y unas garotas
para morir de vértigo. Pero es también el mundo de las favelas, retratadas con
sabor neorrealista y mucha violencia por Meirelles, con un excelente guión no
lineal y una edición impresionante. La revista Empire la eligió entre las 5 mejores del mundo. La frase: “Lucha y nunca sobrevivirás. Corre
y nunca escaparás.”
3.
La teta asustada (2009, Claudia Llosa).
Pocas películas hablan de la violencia contra la mujer de forma tan efectiva
como lo hace esta película peruana sobre el miedo (fruto de las tantas
violaciones) que las madres transmiten a sus hijos a través de la leche
materna. El Oso de Oro en Berlín ratifica esa valoración para esta denuncia
grave, sutil, incomparable.
4.
La jaula de oro (2013, Diego
Quemada-Díez). Al tren que cruza desde Centroamérica, todo México hasta llegar
a la frontera con Estados Unidos, la gente le llama, muy apropiadamente La Bestia: son muchos los cuerpos,
las almas, los sueños que engulle cada día. El filme nos coloca en los zapatos
de quienes sobreviven a la pesadilla de los bandidos, oficiales y civiles, a
las violaciones, a los asesinatos por azar. Para llegar indocumentados a una
tierra que no redime nada, que es otro espejismo más alimentado por tantos años
de malicias gubernamentales.
5. Relatos salvajes (2014, Damián Szifrón). Cuando la calidad de una propuesta hace coincidir a la crítica con el público que desborda las salas, estamos ante uno de esos raros fenómenos que sólo la magia del arte puede lograr. Millones de felices espectadores y decenas de premios logrados en festivales de primera, desde San Sebastián, pasando por Sao Paulo y Londres, hasta La Habana. La frase: “Todos podemos perder el control”.
6.
El Club (2015, Pablo Larraín). Este filme
logra una dolorosa maravilla: hacernos testigos íntimos de la casa de
penitencia a la que son enviados los sacerdotes que han caído presa de la
tentación de la carne de hombres, mujeres y niños que acuden a ellos para
expiar sus pecados. Vivir dentro y convivir con los autores de las mayores
atrocidades contra la confianza de miles, nos presenta una alucinante atmósfera
de la que todos quieren salir redimidos. Pero son muchos los abandonados en
combate. Oso de Plata en Berlín, consagró a Larraín como uno de los mejores.
7.
El abrazo de la serpiente (2015, Ciro
Guerra): entre el pasado y el presente, entre el sueño y la vigilia, Guerra nos
lleva de viaje a lo más profundo de la selva colombiana, en busca del Yakruna, el
árbol del conocimiento que cura las enfermedades. Una vez allí, más vale
aprender a respetar la Madre Naturaleza y evitar su furia. Aprender a abrazar
al río, Amo y Señor de todo y todos, donde habita la primera anaconda. Por
supuesto, el hombre blanco nunca entenderá tantas verdades.
8.
Una mujer fantástica (2017, Sebastián
Lelio): una mujer transgénero es una “quimera”, en las dos acepciones más
conocidas de esa palabra (“sueño o ilusión” y “monstruo”) y que, de inmediato,
nos coloca en uno de los bandos en conflicto. Lelio construye un poderoso drama
para exponer la realidad de Marina y de todos lo que, como ella, solo
encuentran incomprensión y rechazo en nuestras sociedades. El Oscar a la Mejor
Película Extranjera es el tardío reconocimiento a nuestro cine, entre los
mejores del mundo.
9. Zama (2017, Lucrecia Martel): Latinoamérica es mucho más que ese cine “costumbrista” de realizadores sin mucho talento y con muchas ganas de hacerse millonarios. Martel es parte de ese grupo de realizadores capaces de tejer un misterio sobre la percepción que tenemos del mundo que nos rodea y todo lo que pasa a nuestro alrededor. Una propuesta visual que nos involucra en extremo, llena de sutilezas, plagada de tensiones inimaginables para este oficial español del siglo XVII que no tiene quien le escriba desde España y lo saque de este manicomio.
10.
ROMA (2018, Alfonso Cuarón): este filme es
un extraordinario viaje emocional a la infancia de Cuarón y la reconstrucción
casi a la perfección de su barrio natal y del ambiente de su hogar, casi nunca
dulce hogar. La perspectiva es perfecta: este niño encuentra más afecto y
sentido de la vida con su nana que con sus padres, ahogándose en un matrimonio
a la deriva. La extraordinaria puesta en escena es lo que le da sentido a este
filme, basado en un guion extraordinario del propio Cuarón. El León de Oro en Venecia
era apenas la punta del iceberg de la fiesta de premios que concluyó con el
Oscar a la Mejor Película Internacional, el primero para México en ese
apartado.
Que me incluyas "El secreto de sus ojos" para darle aquiesencia a este top 10.
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