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lunes, junio 17, 2019

Franco Zeffirelli (1923-2019).


El director de cine y de ópera Franco Zeffirelli quien falleció en Roma a los 96 años fue un caso raro de divorcio entre la alta cultura y la de masas. La primera -teatro y ópera- lo reconoció como uno de los más grandes directores escénicos de la segunda mitad del siglo XX. En el cine las cosas fueron más complicadas y Zeffirelli arrastró mala fama de blando y superficial esteticista. No es del todo justo. Sobre todo, no es fiel a como fue percibido cuando debutó en cine, siendo ya uno de los directores escénicos más prestigiosos del mundo, con los éxitos de La fierecilla domada (1967) y sobre todo de Romeo y Julieta (1968).
En la primera trabajó con dos grandes estrellas -Taylor y Burton- y en la segunda, con dos jovencísimos desconocidos -los adolescentes de 17 y 16 años Leonard Whiting y Olivia Hussey- para respetar la edad que en la obra tienen los protagonistas. Las dos películas fueron aclamadas por combinar el respeto radical a los textos y la naturalidad en su recitación y puesta en imagen. Hasta entonces los grandes referentes shakespearianos en cine eran Dieterle y Reinhardt (El sueño de una noche de verano, 1935), Cukor (Romeo y Julieta, 1936), Mankiewicz (Julio César, 1953) y, sobre todo, Olivier con Enrique V (1944), Hamlet (1948) y Ricardo III (1955), y Welles con Macbeth (1948), Otelo (1952) y Campanadas a medianoche (1967). Siendo las de Olivier muy teatrales y las de Welles puro cine en un endiablado juego entre escenografía teatral, iluminación cinematográfica y un sentido del plano que sólo puede definirse como wellsiano.
Hay que recordarlo para ser justos con Zeffirrelli y valorar qué representó su irrupción en el cine con La fierecilla domada y el inmenso éxito de Romeo y Julieta, una operación de riesgo porque Leonard Whiting y Olivia Hussey eran dos desconocidos. Pero Zeffirelli acertó al elegirlos. En el éxito de su Romeo y Julieta se sumaba ver a dos adolescentes de una belleza renacentista -cuando Shearer y Howard interpretaron la versión de Cukor tenían 34 y 43 años- recitando con naturalidad los versos de Shakespeare, filmados con un estilo a la vez esteticista y natural, y con el conmovedor fondo de una extraordinaria banda sonora de Nino Rota (sobre todo su tema de amor que se convirtió en un número uno de ventas en la versión orquestal de Henry Mancini o en las vocales de Johnny Mathis y Andy Williams).
El resto de su larga filmografía no tuvo el mismo interés. No acertó al aplicar la fórmula juvenil a una versión medidamente hippy de San Francisco de Asís (Hermano sol, hermana luna, 1972) con música de Donovan. Si acertó con la miniserie televisiva de seis horas y media Jesús de Nazareth (1977), gran producción con lujoso reparto y guionistas de excepción: Anthony Burgess y Suso Ceccchi d’Amico, que también se estrenó en cines en dos partes. Tras ella sorprendió al rehacer con éxito el clásico de King Vidor Campeón (1979).
Pero el fracaso del flojo melodrama Endless Love (1981) le aconsejó dedicarse a filmar óperas. Entre 1979 y 2000 dirigió, entre otras, Carmen con Elena Obratsova, La Traviata y Pagliacci con Teresa Stratas, Otello con Katia Ricciarelli o Turandot con Eva Marton, todas ellas con Plácido Domingo.
Volvió al cine de ficción en 1988 con la discreta El joven Toscanini y con mejor resultado en 1990 para reencontrarse con Shakespeare -sus direcciones teatrales y cinematográficas de sus obras le valieron ser el único director italiano distinguido con el título de Sir- en el Hamlet que interpretó Mel Gibson, a la que siguieron la adaptación de la novela de Giovanni Verga Storia di una capinera (1993), una correcta versión de Jane Eyre (1996) interpretada por Charlotte Gainsbourg, la autobiográfica Té con Mussolini (1999) y, cerrando su carrera cinematográfica, la también un punto autobiográfica Callas Forever (2002), con Fanny Ardant y Jeremy Irons.

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