-“Bueno,
me ví con el jefe de producción de MGM
Y le dije que Godard no usa guiones, que
improvisa con
la cámara y me dijo: ¡Genial!,
¿quién es Godard?”.
-Diálogo del filme “The
Doors”.
Jean-Luc
Godard es el único cineasta que ha cambiado la historia del Cine con su ópera
prima: Sin aliento. Es la personificación de la esencia de la Nouvelle
Vague. Godard es un auténtico revolucionario: todo lo que sea
convencional, en términos cinematográficos, cuenta con su firme oposición. Su
lenguaje fílmico rechaza la continuidad, la fluidez y hasta la lógica.
Tomemos
una de sus frases: “Digamos que, para mí, el cine es un instrumento de
pensamiento original que está a medio camino entre la filosofía, la ciencia y
la literatura, y que implica que uno se sirve de los ojos y no de un discurso
ya hecho.” Uno vuelve a leer la frase, se toma un vaso de agua y sospecha que
será una jornada laaarga con el Maestro.
Sin aliento (1960) no tiene guion. ¿Se entendió? Godard rodó Sin aliento sin guion. El tratamiento de la película fue una idea de François Truffaut, quien se lo comentó a Godard, quien hizo una guía básica del tratamiento y se entregó a su capacidad
de improvisación.
Para
algunos incautos, aquella vaina con un montaje que iba contra todas las reglas establecidas
y confundía a todo el mundo, era un filme incómodo de ver. Los entiendo, pero
estaban equivocados si no fueron capaces de leer el dolor moral y el dolor
físico con que el destino abruma a Michel y Patricia, nuestra pareja de
amantes.
Pero el “problema” no era solo ausencia de
guion: no se respetaba raccord alguno, el sonido era usado como contrapunto de
la verosimilitud, los personajes se dirigen a los espectadores y rompen la “cuarta
pared”, se incluyen auto-referencias y hasta cameos de Jean-Pierre Melville y
el propio Godard.
La
película ganó el Oso de Plata al Mejor Director en el Festival de Berlín y,
desde entonces, es un referente de estudio obligatorio en las escuelas de cine
y para los cinéfilos de todo el mundo. Henry Jeanson ha dado la definición más
maravillosa que recuerdo: “Dime si amas Sin aliento y te diré quién eres”.
Con Una
mujer es una mujer (1961) obtuvo el Premio Especial del Jurado en
Berlín, así como el premio a la mejor actriz, para Anna Karina. Desde su
brevísima aparición en Une historie d’eau (un corto co-dirigido
por Truffaut) ya sospechábamos que ella, además de la musa de Godard, era la “Princesa
de la Nueva Ola”.
El
Jurado elogió el filme, a medio camino entre el musical desvergonzado y la
comedia de enredos, “por su originalidad, por su frescura, por su juventud y su
impertinencia”. Godard experimenta con todo: sus personajes no respetan “cuarta
pared” y le hablan al auditorio tratando de ganar afectos para su causa. Godard
reflexiona con el lenguaje (acaso su sello personal) de esta pareja que sufre
los típicos problemas de comunicación cuando intentan conversar mientras
cepillan sus dientes, en alguna especie de lenguaje primitivo; o cuando, en las
noches de guerra fría en la cama, se insultan con títulos de libros. Más
genialidad no es posible.
Alphaville
(1965). Pongamos atención a la frase de un condenado a muerte: “La verdad es
que la esencia del hombre es el amor y la fe, coraje, ternura, generosidad y
sacrificio. El resto es el obstáculo creado por el progreso de su ciega ignorancia”.
Premiada con el Oso de Oro en el Festival de Berlín, este filme de
ciencia-ficción rodada con estética minimalista (lo que quiere decir: cero
(d)efectos especiales) habla de un futuro distópico en que se hace obligatorio
sacrificar los sentimientos (está prohibida la palabra “amor”) en pro de un
bienestar común. El personaje protagonista es Lemmy Caution, mitad detective de
film noir, mitad agente 007, y tiene objetivos muy claros: localizar un agente
desaparecido y asesinar al fundador de la ciudad del título, el profesor Von
Braun. Por supuesto, el Amor encuentra su misterioso camino para hacerse
presente. Este filme impresionó tanto al finlandés Aki Kaurismaki, que a su productora la nombró "Villealfa".
Vivir su vida (1962) arranca con una frase de Montaigne: “Hay que prestarse a los
demás y darse a sí mismo”. Nadie, nunca, ha llorado más lindo que Anna Karina
viendo La pasión de Juana de Arco, el clásico de Dreyer, una de las 10
mejores películas en la historia del Cine.
La
hermosa Nana, nombre inspirado en la novela de Zola, va a París en busca de una
oportunidad en el mundo del cine. Típica historia, ¿verdad?. Godard pone su
mirada (y la nuestra) en los ornamentos, oculta los rostros, pero no las
emociones, ejecuta el minimalismo a la perfección y logra un retrato prístino
de una Cenicienta moderna, en 12 viñetas. Fue galardonada con el Premio
Especial del Jurado y el Premio Passineti en el Festival de Venecia. La
novelista y ensayista Susan Sontag se refirió al filme con estas palabras: “Una
de las obras de arte más originales, humanas y profundas que he conocido.”
El desprecio (1963). Basada en la novela de Alberto Moravia, para algunos de sus
fanáticos es una de las películas más hermosas jamás filmadas. Godard convenció
a Michel Piccoli y Brigitte Bardot (en pleno dominio de su salvaje sensualidad:
en su honor usó el “cinemascope” a lo largo de todo su cuerpazo, exceso culposo
de la Nueva Ola) para protagonizar junto al mismísimo Fritz Lang, responsable
de clásicos como Metrópolis (1927) y M (1931). Pero, en pleno rodaje de
una nueva versión de La Odisea, hay que hacer cambios en el guion…¿y si la
Guerra de Troya fuera una excusa de Ulises para marcharse de Ítaca? Señores, ¡pero
este cuento si ha cambiado! Como nota rebelde, una voz en off anuncia los
créditos de apertura del filme, mientras se rueda un plano secuencia.
Bande á part (1964). Para comenzar, citan una frase de Eliot; “Todo aquello que es
nuevo es, de este modo, automáticamente tradicional”. Ninguna película en la
historia del cine ha representado el espíritu de ser joven mejor que Bande
á part. Todo es nuevo para Godard. Y lo que no era nuevo, era mejor
olvidarlo para aprender algo mejor.
Todo es
válido en pos de saciar la capacidad de asombro de la audiencia. Prohibido
prohibir, las leyes están para irrespetarlas, cuando no sirven al propósito
libertario que las generó. Imagine usted la travesura, que Godard se encarga de
hacerlas realidad.
No
importa la situación: nuestros 3 personajes comparten un trago en un bar
mientras planifican un asalto y se retan a un minuto de silencio durante el
cual es la película la que enmudece, haciéndonos formar parte de la ficción del
filme. Luego improvisan un baile y una voz en off aprovecha para describirnos
el estado anímico de cada quien. Más adelante, durante la ejecución del asalto,
la protagonista aclara que el perro no va a ladrar porque “ya habló con él”.
Muchos
años después, Quentin Tarantino vio el filme en un rincón de Video Archives, la
tienda que atendía, y descubrió que existía una nueva (?) forma de contar las
historias. Fue tal el impacto que el filme le causó que nombró a su productora “A
Band Apart”.
Muchos
años después, Bernardo Bertolucci incluyó su propio homenaje a la escena del
rally dentro del Museo del Louvre en The Dreamers. Entre infinitas
virtudes, el filme de Godard sienta las bases fundacionales para todas las
historias “threesome”.
En Made
in USA (1966), basada en la novela de Donald E. Westlake, Godard
realiza otro guiño al film noir americano en este filme, cuyo estilo ha sido
definido como “ejercicio de intriga de deliberada incoherencia narrativa”.
Protagonizan: Anna Karina, Jean-Pierre Léaud y el propio Godard como Richard,
el personaje cuyo asesinato origina una investigación en Atlantic City (Francia),
que se torna cada vez más peligrosa. Godard utiliza, con premeditada alevosía,
trozos de la música de Beethoven en un filme que supuso uno de los primeros
experimentos de introducir el lenguaje del cómic al cine.
En Weekend
(1967) lo cuestiona todo, nos cuestiona a todos. Está inspirada en el
cuento de Julio Cortázar “La autopista del sur”, en que una pareja de burgueses
visita a los padres de la mujer para arrancarles parte de su herencia. Transcribo
una frase: “La civilización equivale a una sociedad de clases, a una realidad
contradictoria donde las fuerzas productivas están ligadas a la explotación del
hombre por el hombre. La esclavitud, el vasallaje y el salario son las tres
grandes servidumbres de la civilización.” No más preguntas, Magistrado.
Habitualmente,
se cita a Weekend como el punto final de la Nouvelle Vague.
Doy un
saltito hasta los 70. Aquí y en otro lugar (1976) es un
documental experimental, producto del montaje entre el “aquí” (una familia
francesa de clase media, frente al televisor) y “en otro lugar”, los
combatientes palestinos en los campos de entrenamiento en Jordania. Con este
trabajo, Godard y Anne-Marie Miéville cuestionan el “teatro” de la imagen, esa
caducidad de las noticias que convertimos en cifras y silencio, silencio que a
menudo enmascara la muerte de cientos de seres humanos.
Doy un
saltito hasta los 80. Con Yo te saludo, María (1985) brindó
una nueva lectura de la historia bíblica traída hasta nuestros días: María es
hija del dueño de una gasolinera y José, un taxista que no puede creer que su
novia ha quedado embarazada siendo virgen. Por supuesto, la polémica no se hizo
esperar. Incluso, el Papa Juan Pablo II expresó públicamente su disgusto por el
filme. En el Festival de Berlín, la película ganó el Premio Interfilm Otto Dibelius.
En el Festival de Cannes, a Godar le dieron su bizcochazo en la cara.
Otras frases:
en Dos
o tres cosas que sé de ella (1967): “El lenguaje es la casa donde vive
el hombre”; en El origen del siglo XX (2000): “La mente extrae de la materia
las percepciones que la alimentan. Y las devuelve en formas de movimientos
donde imprime su libertad.” Esta frase, que pudiera parecer inofensiva, la monta
sobre imágenes de torturas en cualquier guerra, libradas en nombre de cualquier
ideal, en las que se degrada al hombre por el hombre; en Adiós al lenguaje (2014):
“Aquellos que carecen de imaginación se refugian en la realidad, si no
contamina el pensamiento que fue el mejor momento que tuvimos.”
Otras travesuras:
en Peor
para mí (1993), un personaje llega al colmo de tapar el lente de la
cámara para impedirnos ver lo que sucede; en Passion (1982) dos
personajes que no se conocen entre ellos, inician una conversación trivial
porque “en las películas no se habla”; En Weekend, nuestros protagonistas
piden auxilio en una carretera y un conductor les pregunta: “¿Están en una
película o en la realidad?”.
Como si
ellos tuvieran esa respuesta. Como si ellos tuvieran esa certeza. Como si
nosotros tuviéramos alguna idea de lo que pasa cuando Godard se rebela contra
el lenguaje.
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