Alberto
es una pobre alma en pena que se ha refugiado en los evangelios para encontrar
sosiego. Para escapar de toda la miseria que ahoga su gente, ha tenido que
marcharse de Pedernales, un pueblo que debe su nombre a la piedra que se ha
usado como símbolo de determinación. Una determinación presente en el ADN de
sus hijos desde los tiempos del cacique Bohechío.
Alberto
es una pobre alma en pena que, en la capital, invisible entre las juergas de
sus comprensivos patrones, crea una coraza protectora contra el círculo de
violencia que diezma su gente. En Pedernales es la ley del talión: ojo por ojo
y nos quedamos todos ciegos. La excepción a la regla es algún cacique de nuevo
cuño que impone el orden con su pistola en la cintura.
Alberto
es una pobre alma en pena que ya no reconoce como válidos los ritos católicos
de los 9 días de rezos por el alma de nuestros seres queridos. Pero a su padre
le arrancan el cocote por una deuda y esa tragedia le obliga a volver a su hogar,
nunca dulce, hogar. Regresar es como adentrarse en el corazón de las tinieblas (sí ombe, como la novela de Joseph Conrad) de esta tierra y su inquietante belleza rojo bauxita.
Esta premisa
sirve de entramado para que Nelson Carlo de los Santos presente su formidable
drama Cocote, una de las mejores películas que se han hecho en
Dominicana. Punto.
La
excelente recepción que ha tenido Cocote en festivales internacionales
no es casual, desde Panamá, en donde se ganó el derecho de estar en Cannes,
hasta Locarno, en donde ganó el premio “Signs of Life”. Que se sepa: las
certificaciones de calidad han llegado desde el extranjero, compitiendo contra
otras cinematografías de mayor tradición y donde no hay tarjetica de
recomendación que valga.
De los Santos
nos desnuda como sociedad, con nuestras injusticias centenarias, con una sed de
justicia bíblica que no encuentra salvador que la redima, con unas ganas de
echar pa’lante que siempre ningunea
un “deja-esa-vaina-así”. Esa asfixiante circularidad también encuentra espacio
en la propuesta fotográfica del filme: la cámara continuamente se mueve en
círculos, como para describirnos de la forma más testimonial la maldición
existencial que muchos cargan sobre sus espaldas.
No hay
encuadre cómodo para el espectador acostumbrado a las tomas “clásicas”: De los
Santos nos hace fraternizar con sus personajes, con sus desvelos, con sus
quejas sacadas a flote por el ron que se consume, a pico e’botella, al calor de una hoguera improvisada. Nos convierte,
de manera hinóptica, en parte de la familia, nos hace sentir la densidad del
aire que se respira en el rancho, la fatalidad que consume los pocos puntos de
esperanza que flotan en el aire.
En ese
marco, la selección de Vicente Santos y Judith Rodríguez (también formidable en
Carpinteros)
es poco menos que perfecta. Ellos, camaleónicos, se funden con el paisaje de
personajes hasta desaparecer como actores y también llorar las ánimas.
Por si
fuera poco, Cocote posee un extraordinario valor antropológico: nos revela
de manera íntima una forma de vivir, un mágico sincretismo entre el ayer que
nunca pasa y el ahora que no termina de llegar y modernizarnos, acaso porque
los pueblos fronterizos aportan pocos votos e importan muy poco a los
políticos.
Cocote
es una selfie de quienes somos. Y Nelson
Carlo de los Santos ha tenido los cojones de subirla sin filtros a las redes.
Ya era hora.
Cocote
(2017). Dirección y guión: Nelson Carlo de los Santos; Fotografía: Roman
Kasseroller; Edición: Nelson Carlo de los Santos; Elenco: Vicente Santos,
Judith Rodríguez, Pepe Sierra.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario