Hollywood siente una fascinación por los discapacitados
que raya en lo ridículo. Sólo hay que revisar algunos de los premiados con el
Oscar en años recientes para comprobarlo.
Veamos algunos de los que se han ganado la estatuilla: el
inválido de Coming Home (Jon
Voight, 1978), el autista de Rain Man
(Dustin Hoffman, 1988), el inválido de Mi
pié izquierdo (por el mejor de todos, Daniel Day-Lewis en 1989), el
ciego de Perfume de mujer (Al
Pacino, 1993), el enfermo de sida de Philadelphia
(Tom Hanks, 1994), el retrasado de Forrest
Gump (Tom Hanks, 1995), el neurótico de Shine (Geoffrey Rush, 1996), el enfermo de sida de El Club de los desahuciados (Matthew
McConaughey, 2014).
Otros discapacitados justamente nominados: el inválido de
Nacido el 4 de julio (Tom
Cruise, 1989), el esquizofrénico de Una
mente maravillosa (Russell Crowe, 2002), el cuadrapléjico de The Sessions (John Hawkes, 2013).
En la más reciente entrega del Oscar, dos personajes con
discapacidad fueron premiados: el enfermo de ELA de La teoría del todo (Eddie Redmayne) y la enferma de alzheimer
de Still Alice (Julianne
Moore). Las actrices también tienen numerosos premios por interpretar
personajes discapacitadas, artículo que dejo pendiente.
Lo dicho no le resta absolutamente nada a todo el mérito
de la extraordinaria actuación de Redmayne en La teoría del todo, quien se ha metido en la piel del cosmólogo
inglés Stephen Hawking, sin duda una de las mentes más brillantes de nuestro
tiempo. Un hombre de ciencias que es la excepción a las reglas de la ciencia:
hace mucho, mucho tiempo que sólo le quedaban 2 años de vida.
Para cualquier actor o actriz, un personaje con discapacidad
(física o mental) es un regalo dramático difícil de rechazar y mucho más
difícil de preparar, máxime cuando se trata de una persona real, que aún está
viva y es conocida en todo el mundo. Menuda tarea para Redmayne. Pues ha salido
airoso porque logra una interpretación tan soberbia que conquista al público
desde el primer momento. Y como no puede elaborar gestos grandilocuentes, todo
es lenguaje corporal, lenguaje facial, lenguaje labial. Mínimos detalles que
significan mucho más que una página de diálogo.
Brillante dirección de James Marsh, sobre quien recae
toda la responsabilidad de elegir qué se pone en pantalla, cómo se expone, cuánto
necesitamos saber y cuándo disparar los resortes de la sensibilidad hacia estos
personajes.
Debo destacar la presencia como contraparte dramática de
una maravillosa Felicity Jones, una de las mejores actrices jóvenes del mundo.
Para quienes lo pongan en duda, les remito a dos de sus filmes: Like Crazy (2011) y Pasión inocente (2012), ambos
dirigidos por Drake Doremus. Ella es el contrapeso necesario para que la
historia de Hawking no nos abrume, ni nos deje de interesar. Ella es el
personaje que conduce la historia desde su punto de vista: recuerden que la
película se basa en el libro de Jane Hawking “Traveling to Infinite: My Life
with Stephen”.
Esta pareja cinematográfica logra su meta: son
absolutamente creíbles. Y, además, nos contagian con una empatía hacia sus
vidas que todos consumimos hasta intoxicarnos con su maravillosa historia de
amor.
La teoría del
todo es, si duda, es uno de los mejores filmes del año.
La teoría del todo (2014). Dirección: James Marsh; Guión:
Anthony McCarten, basado en el libro “Traveling to Infinite: My Life with
Stephen” de Jane Hawking; Fotografía: Benoit Delhomme; Edición: Jinx Godfrey;
Música: Jóhann Jóhannsson; Elenco: Eddie Redmayne, Felicity Jones.
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