Siempre he señalado a la compañía Disney como una fábrica
de éxitos cinematográficos que ha tenido un impacto extraordinario en la
cultura popular de los últimos 78 años, desde aquel primer largometraje
animado: Blancanieves y los 7 enanitos.
Para lograr eso, hay que tener el talento sobrenatural de inventarse lo que la
gente quiere ver.
Cuando en 2010, contrataron a Tim Burton para hacer la
primera nueva versión de uno de sus clásicos animados, Alicia en el país de las maravillas, ya la gente de Disney lo sabía: habían
encontrado la fórmula para hacer vigentes para el público contemporáneo el
completísimo ejército de princesas, duendes y demás seres de fantasía que
esperan su turno para nuevas versiones con actores de carne y hueso, luego de
convertirse en clásicos animados. El filme de Burton no dejó dudas: más de
US$1,000 millones recaudados en todo el mundo. La segunda parte, Through the Looking Glass, que reúne
todo el elenco de la original y dirige James Bobin, se estrena en mayo de 2016.
El camino lo han copiado filmes como: Caperucita roja (2011), Mirror, mirror (2012), Blancanieves y el cazador (2012) y Maléfica (2014). Algún incauto me
recriminará que ya antes, Spielberg, por ejemplo, había hecho Capitán Garfio (1991), nueva versión
de Peter Pan. No es lo mismo,
compadre. Son dos estéticas completamente distintas.
A la hora de escribir estas líneas ya se sabe que Cenicienta debutó con unos $70.1
millones de dólares en la taquilla de USA y unos $132 en todo el mundo. Nada de
preguntarle al espejito: esta gente sabe a lo que apuesta. Por eso ya Burton
está preparando su versión de Dumbo
para el 2016, mientras dos nuevas versiones tienen fecha: El libro de la selva (abril 2016,
dirigida por Jon Favreau) y La bella y
la bestia (mayo 2016) con Emma Watson dirigida por Bill Condon.
La fórmula Burton: atmósferas completamente mágicas y
ambientes surreales. La fórmula Disney: una princesa carismática (Lily James),
un príncipe dispuesto a salvarla (Richard Madden), una mala de primera (Cate
Blanchett), un par de cómplices (Helena Bonham Carter y varios ratoncitos) y un
par de canciones. Todo para vender la idea del “felices para siempre”.
Todo esto lo tiene La
Cenicienta y algo más: sus fabulosas zapatillas de cristal que nos recuerdan
por momentos a las que usó Dorothy para llegar a casa en El mago de Oz.
Para mi gusto, el director Kenneth Branagh, un inglés con
sólida formación en Shakespeare, a quien debemos adaptaciones como: Enrique V (1989), Mucho ruido y pocas nueces (1993) y Hamlet (1996) y de otros clásicos como Frankenstein (1994) y La
flauta mágica (2006), nos presenta una versión un tanto sobria del
cuento clásico de Perrault a la que le falta magia, ese cierto aire de misterio
que compensa cualquier cambio dramático en la conocida historia.
Que sale bien parado del reto, sin duda. Y, de paso, se
abre otro espacio para trabajar: ese impreciso segmento del mercado atrapado
entre Harry Potter y Los juegos del hambre, que busca
desesperadamente un hada madrina que les ayude a cumplir sus sueños.
La Cenicienta (2015). Dirección: Kenneth Branagh; Guión: Chris
Weitz; Fotografía: Haris Zambarloukos; Edición: Martin Walsh; Música: Patrick
Doyle; Elenco: Lily James, Richard Madden, Cate Blanchett, Helena Bonham
Carter.
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