Richard Linklater es comúnmente mencionado entre los mejores
cineastas americanos surgidos a raíz del renacimiento del cine independiente de
la década de los 90, a partir del estreno de Sexo, mentiras y cintas de video (1989, Steven Soderbergh).
Un dato para los jóvenes cineastas del mundo: Linklater
es autodidacta. Independientemente de eso, ha acometido filmes realmente
brillantes (y uno que otro tropiezo) y ha conformado una carrera que, primer pronóstico de la temporada
de premios, le llevará a ganar, el 22 de febrero, el Oscar al Mejor Director.
Porque Boyhood:
momentos de una vida es la mirada crítica a la sociedad contemporánea de
Estados Unidos, a través de los ojos de Mason (Ellar Coltrane), un niño que crece ante la cámara
(y nuestros ojos) desde sus tiernos 6 años hasta sus confusos 18 años.
Precisamente, ese es uno de los logros de Boyhood: momentos de una vida: mantener
la perspectiva de su narración a lo largo de sus 12 años de rodaje, desde mayo
de 2002 hasta agosto de 2013, algo que
algunos afirman no tiene precedentes en el cine. Los refiero al Maestro François
Truffaut y lo que hizo con su personaje Antoine Doinel a lo largo de 5
películas y 20 años, interpretado por el mismo actor, Jean-Pierre Léaud.
El propio Linklater no es ajeno a esta forma de hacer
cine. Su conocida trilogía Antes del amanecer
(1995), Antes del atardecer
(2004) y Antes de la medianoche
(2013) nos cuenta la historia de amor de Celine y Jesse, a lo largo de 18 años
e interpretados por los mismos actores: Julie Delpy y Ethan Hawke, uno de sus
habituales en casi toda su filmografía.
Cualquiera de estos filmes sirve como excelente ejemplo de
uno de los mejores dialoguistas de nuestros días. Esa característica está
también presente en Boyhood,
trabajada de forma exitosa para adaptarla a las diferentes edades de su
personaje, algo que no se logra con facilidad: que adultos escriban con la lógica
verbal de niños o adolescentes.
Otra característica de Linklater presente en Boyhood es la forma maravillosa en
que logra establecer una sólida simpatía para con sus personajes mediante una
atmósfera de intimidad que nos permite ver su vulnerabilidad, sus traumas, sus
limitaciones, pero también sus infinitas posibilidades de crecimiento.
Boyhood:
momentos de una vida está llamada a convertirse en la gran ganadora de
esta temporada de premios: anótenle el Globo de Oro y el Oscar.
Es el filme con final agridulce que América sabe es el mejor de sus espejos
para verse como sociedad: despersonalizadora, pero nunca tanto. Hasta Barack
Obama ha dicho que es su película favorita de 2014.
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