Hace casi un año, informábamos sobre la Palma de Oro otorgada al filme El árbol de la vida en el Festival de Cannes.
Terrence Malick es un perfecto anacoreta, que me genera más simpatías de las que puedo confesar. Por contrato, una cláusula lo libera de dar entrevistas y/o aparecer en público para promover sus filmes. Es el único cineasta activo de Estados Unidos que nunca da entrevistas.
Pero, al margen de sus excentricidades, es un cineasta excepcional, un verdadero poeta de la imagen que despierta encendidas pasiones: o se le ama o se le odia, con igual intensidad.
El árbol de la vida no escapa a este debate: ha dividido la crítica en donde se ha presentado y en Cannes el público abucheó el filme.
Yo creo que es una Obra Maestra este filme de Malick, que exige total atención y entrega del espectador a la visión panteísta del mundo y su historia. En efecto, Malick dice mucho sin palabras y deja dicho más de lo vemos.
Desde su mismo inicio, Malick plantea el drama que quiere desarrollar: todos debemos decidir nuestras vidas entre dos sendas, a saber: la Naturaleza (fuerte, física, cruel, representada por el padre (Brad Pitt) o la Gracia (tierna, amorosa, espiritual, representada por la madre (Jessica Chastain). De la diferente mezcla/influencia de estos dos elementos se forjan las diferentes personalidades de sus hijos, del futuro de sus hijos.
Pero esa familia texana (padre, madre, tres hijos) de finales de los cincuenta que Malick utiliza como universo muestral, nos lleva a preguntas más profundas sobre la condición humana, el de dónde venimos, el qué somos, los orígenes de nuestros sentimientos.
Ese viaje al mismísimo Big Bang que dio origen a todo lo que conocemos, es lo que deja a muchos absortos, alelados ante tanta filosofía fílmica, ante tanta lucha de luz y sombras, de emociones y existencialismo.
En este punto hay que dejar claro que Malick se plantea el menor uso posible de (d)efectos digitales y que muchas de esas imágenes han sido logradas gracias al ingenio de su equipo de colaboradores. A manera de anécdota de rodaje: hizo correr a Chastain y su equipo varias cuadras para hacer la toma en que una mariposa se posa en sus manos.
El carácter revolucionario de su cine (hablo en términos estrictamente dramáticos) siempre le granjea algunos nuevos enemigos. Esos filmes carentes de historias lineales, absolutamente experimentales, meditativos, preñados de reflexiones, son instantáneamente odiados por, digamos, los fans de Twilight.
Pero nadie puede negar la maestría de sus propuestas, la experiencia sensorial que significa apreciar el cine de Terrence Malick.
Hermano, estuve en el estreno de El árbol de la vida, en Cannes. Realmente allí nadie abucheó la película. Al contrario, fue aplaudida entusiastamente. Pero, auqnue celebro mucho la obra de Malick, no creo que esta sea una obra maestra. Pienso que le falta "empaste", como se dice en la música sinfónica. Algo pasa ahí que no acaban de engarzar los dos planos narrativos en que se desarrolla.
ResponderBorrarDicho sea de paso, el más inconforme con la obra ha sido Sean Penn, quien era el protagonista de la película en el guión, pero cuyo papel se redujo a casi nada al momento del montaje.
Sigo tu blog, y es buenísimo. Felicidades.
Alfonso Quiñones
Alfonso: valoro muchísimo tu seguimiento y respeto tu (diferente) apreciación del filme de Malick.
ResponderBorrarCoincido plenamente con la valoración que haces de esta excepcional obra. Terrence Malick es un poeta que lleva décadas depurando su singular lenguaje, y "El árbol de la vida" me parece su obra cumbre.
ResponderBorrarUn saludo.