Primer axioma de la temporada: Santiago y el Cibao albergan el movimiento cinematográfico más vigoroso del país (*). Como prueba de lo que digo, pongo de ejemplo a Joan Espino, joven cineasta que por estos días presenta su mediometraje Verdad o reto.
Verdad o reto es un brillante paso en la definición estilística de Espino, cercano en su estética a filmes latinoamericanos como Ciudad de Dios o clásicos como Los olvidados.
Espino, quien dedicó un poco más de dos años a la realización de este proyecto, está en el importante proceso de definir su personalidad fílmica y creo que este trabajo es un magnífico referente de lo que se puede hacer en el cine dominicano.
Se advierte en Verdad o reto un excelente manejo de los recursos dramáticos del guión, partiendo de la premisa de un grupo de niños que se desafían en un juego que va más allá de sus posibilidades y que enfrentan una situación que pone a prueba su entereza. El práctico encierro en un cementerio de autobuses al que se ven sometidos, más que una traba, se convierte en una herramienta para el adecuado desarrollo de los personajes.
Una cuidada puesta en escena revela el celo, casi obsesivo, por los detalles que acentúan la historia de estos carajitos. Pero rinde sus frutos: el filme inquieta, cuestiona, denuncia.
Se sienten las colaboraciones, el aporte de cada uno (especial mención para el músico Jaime Estepan) dentro de un equipo de trabajo que ha conjugado muchas voluntades, muchas energías para sacar adelante este proyecto, que merece ser exhibido en diferentes auditorios para que el público pueda aquilatarlo.
Joan Espino pone su verdad en celuloide con una indiscutible calidad. Su reto es consolidar una carrera que nos promete un cineasta de mucha proyección.
(*) Aunque a muchos le duela reconocerlo, el Cibao ha parido algunos de los movimientos artísticos más importantes: desde el Jueves 68 hasta el Ateneo Insular, pasando por los escritores más destacados del siglo XX: Bosch y Balaguer.
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