Siempre he sostenido la tesis de que los dibujos animados en realidad están pensados para el disfrute de los adultos. Desde la época del Disney añorado, pasando por el renacimiento de la Factoría con el lanzamiento de La Sirenita (1989) hasta los nuevos tiempos de la animación por computadoras que, contrario a lo que pensaron algunos, ha revitalizado el género de la animación y conseguido los nuevos adeptos que le hacían falta.
Las nuevas producciones de dibujos animados son un caso excepcional de mercadotecnia: a pesar de que insisten en destacar elementos de atractivo para los más viejitos, gustan a los no viejitos y varias se han convertido en auténticos éxitos de taquilla, hasta el punto que han transformado el monto de las inversiones que se hacen para lograr un largometraje generado por computadora. Imagínense sólo lo invertido en el elenco que presta las voces: Nicole Kidman, Robin Williams, Hugh Hackman, Elijah Wood, Brittany Murphy y Hugo Weaving, todos bajo el amable látigo de George Miller.
Pongo por ejemplo Happy Feet, refrescante estreno de inicios de año que, al momento de escribir esta nota, lleva unos $ 179 en la taquilla de E.E.U.U. y cuya base musical se alimenta de temas de Queen y Chicago, todos ajenos (y suponía que desconocidos) para los menores de 15 años. Para mi sorpresa, escuché un coro de voces infantiles en la sala cantar al compás de Please, don’t go.
Hace unos años me sorprendió el éxito de Shrek 2 (2004) por la abundante cantidad de referencias cinematográficas que contenía (que uno supone se presta para el disfrute de los cinéfilos de larga data) y como era disfrutada por los niños.
Y no todo es pura mercadotecnia: ví hace más de un año el teaser de Happy Feet al inicio del excelente documental La marcha de los pingüinos. También hay mucho ingenio y mucho humor contenido en este filme, al margen de que también nos reconcilia con los musicales de antaño.
Precisamente, Happy Feet viene a ser una combinación de La marcha con Moulin Rouge (no es casual la presencia de Nicole Kidman en el elenco). Del primero toma la base central de la narración, es decir, el proceso evolutivo del Pingüino Emperador; y del segundo, el excelente uso de éxitos del cancionero popular de los años 80, integrados al proceso narrativo.
El resultado no puede ser más agradable, mensaje ecológico incluído.
Si ha perdido el contacto con su niño interior, este es el momento para reanudar esa siempre saludable relación. Si sigue siendo un niño, ya seguramente vió Happy Feet y sólo espera la feliz oportunidad de repetirla, porque hasta repetición merece.
No la he visto, José, pero te aseguro que la incluiré en mi lista de pendientes.
ResponderBorrarKisses,
Ro