(Ha fallecido Claude Chabrol y lo menos que puedo hacer es publicar de nuevo unas notas que escribí hace un par de años en las que, torpemente, intento describir el impacto de su cine. Reproduzco un párrafo de la prensa sobre Chabrol “crítico e historiador, actor, gastrónomo, director, fue el cronista cinematográfico más feroz de la sociedad francesa del último medio siglo”. –José D’Laura)
En 1958 sucedió un milagro: los críticos de cine devinieron en realizadores. Por supuesto, esto sólo podía ocurrir en Francia.
En efecto, los redactores de la prestigiosa revista Cahiers du Cinema decidieron dejar a un lado sus protestas por la pésima calidad del cine francés y las cambiaron por propuestas.
Francois Truffaut, Jean-Luc Godard, Eric Rohmer, Jacques Rivette, Jacques Doniol-Valerose y Claude Chabrol, tomaron por asalto el escenario cinematográfico francés y regalaron al mundo el movimiento de La nueva ola.
El más prolífico de todos fue Claude Chabrol, quien se dio a conocer en 1957 con su tesis Hitchcock, escrita a cuatro manos con Eric Rohmer, y que se convirtió en el primer estudio sobre un director que era tratado como autor, convirtiéndolo de dotado artista del entretenimiento en genio cinematográfico.
A partir de la admiración por Hithcock, Chabrol construyó una obra que elevó de categoría el género del suspenso y promovió su aceptación por parte de los críticos.
Chabrol debutó con Le Beau Serge (1958), la primera película de La nueva ola, y gracias al éxito que consiguió, pudo fundar su productora y convertirse en el mecenas de sus compañeros de movimiento.
La crítico Pauline Kael precisó en su momento: “Chabrol usa la cámara como los escritores usan la pluma, y tiene la gracia y la fluidez de un maestro…Chabrol hace poemas tonales de temas sicológicos”.
Paradójicamente, a Chabrol no se le ha reconocido en la justa dimensión de su talento. Tampoco está justamente acreditado por la enorme influencia que ha ejercido en numerosos realizadores contemporáneos.
Chabrol estremeció a las audiencias de su tiempo. Ya sea con joyas del suspenso como: La Femme Infidéle (1969) o Que la béte Meure (1978), curiosamente ambas han sufrido sus remakes americanos; sino también con películas abiertamente polémicas como Les Biches (1968), que escandalizó a los hipócritas de Estados Unidos al presentar una relación lésbica, o Nada (1974), que se desarrolla en las movedizas arenas del terrorismo y la violencia política.
Una constante en las películas de Chabrol es su cuestionamiento al mundo y los valores de las élites sociales (La Rupture (1970), Les Innocents aux Mains Sales (1975), aunque también castigaba con su látigo implacable las incongruencias de muchos revolucionarios.
Claude Chabrol supo como nadie manejar sus elementos para que el espectador no permaneciera indiferente. Con su cine no es posible: nos sentimos arrastrados por la pasión que corroe sus personajes, nos sentimos violentados en nuestra intimidad, nos vemos empujados a participar de la acción, a comernos las uñas, vamos, a suspirar de alivio cuando nos premia con la última vuelta de tuerca.
Es indudable que la filmografía de Chabrol está poblada de una completa galería de extraordinarios personajes, propios o ajenos, que habitan en la complejidad temática y visual de su universo.
Toda una aventura.
En 1958 sucedió un milagro: los críticos de cine devinieron en realizadores. Por supuesto, esto sólo podía ocurrir en Francia.
En efecto, los redactores de la prestigiosa revista Cahiers du Cinema decidieron dejar a un lado sus protestas por la pésima calidad del cine francés y las cambiaron por propuestas.
Francois Truffaut, Jean-Luc Godard, Eric Rohmer, Jacques Rivette, Jacques Doniol-Valerose y Claude Chabrol, tomaron por asalto el escenario cinematográfico francés y regalaron al mundo el movimiento de La nueva ola.
El más prolífico de todos fue Claude Chabrol, quien se dio a conocer en 1957 con su tesis Hitchcock, escrita a cuatro manos con Eric Rohmer, y que se convirtió en el primer estudio sobre un director que era tratado como autor, convirtiéndolo de dotado artista del entretenimiento en genio cinematográfico.
A partir de la admiración por Hithcock, Chabrol construyó una obra que elevó de categoría el género del suspenso y promovió su aceptación por parte de los críticos.
Chabrol debutó con Le Beau Serge (1958), la primera película de La nueva ola, y gracias al éxito que consiguió, pudo fundar su productora y convertirse en el mecenas de sus compañeros de movimiento.
La crítico Pauline Kael precisó en su momento: “Chabrol usa la cámara como los escritores usan la pluma, y tiene la gracia y la fluidez de un maestro…Chabrol hace poemas tonales de temas sicológicos”.
Paradójicamente, a Chabrol no se le ha reconocido en la justa dimensión de su talento. Tampoco está justamente acreditado por la enorme influencia que ha ejercido en numerosos realizadores contemporáneos.
Chabrol estremeció a las audiencias de su tiempo. Ya sea con joyas del suspenso como: La Femme Infidéle (1969) o Que la béte Meure (1978), curiosamente ambas han sufrido sus remakes americanos; sino también con películas abiertamente polémicas como Les Biches (1968), que escandalizó a los hipócritas de Estados Unidos al presentar una relación lésbica, o Nada (1974), que se desarrolla en las movedizas arenas del terrorismo y la violencia política.
Una constante en las películas de Chabrol es su cuestionamiento al mundo y los valores de las élites sociales (La Rupture (1970), Les Innocents aux Mains Sales (1975), aunque también castigaba con su látigo implacable las incongruencias de muchos revolucionarios.
Claude Chabrol supo como nadie manejar sus elementos para que el espectador no permaneciera indiferente. Con su cine no es posible: nos sentimos arrastrados por la pasión que corroe sus personajes, nos sentimos violentados en nuestra intimidad, nos vemos empujados a participar de la acción, a comernos las uñas, vamos, a suspirar de alivio cuando nos premia con la última vuelta de tuerca.
Es indudable que la filmografía de Chabrol está poblada de una completa galería de extraordinarios personajes, propios o ajenos, que habitan en la complejidad temática y visual de su universo.
Toda una aventura.